En la década de 1970, el escritor
Leandro Perdomo alababa el progreso que estaba experimentando Arrecife, pero al
mismo tiempo advertía del enorme peligro que ello suponía para su patrimonio
arquitectónico:
Cada año que pasa, la silueta del viejo caserón se achica, se achanta, se comprime entre las altas moles de cemento y cristal de múltiples pisos superpuestos del mismo color, todos iguales, de la misma faquía, de la misma talla, colmenas humanas apretadas, aplanadas, ufanas...(...) Arrecife ha dado un salto enorme de gigante en pocos años (...) La censura, la magua está en que se le ha venido dejando atrás el alma.
También Manrique se manifestaba en términos muy similares, denunciando que a Arrecife
la están degradando, la están vulgarizando, la están masificando alarmantemente, la están ensuciando, y para en corto plazo convertirla en un ridículo monstruo y hundir por su influencia como un cáncer el resto de la isla.
Décadas después, la situación no presenta mejoría, pues la
mayor parte de los lanzaroteños nos hemos autoconvencido de que Arrecife es "el patito feo" de la isla y de que no hay nada de su patrimonio que nos haga sentir orgullo.
Sin embargo, es muy probable que si un día nos tomáramos la molestia de pasear
por su centro histórico levantando la mirada, nos sorprendiéramos de la
cantidad y calidad de elementos patrimoniales que aún atesora la capital.
La arquitectura posee un poder
comunicativo inigualable. Si logramos entender el mensaje que transmiten los
edificios desde su aparente silencio, seremos capaces de comprender el devenir
histórico y la idiosincrasia de cualquier lugar, incluso de Arrecife.
Uno de estos edificios lo constituye, sin duda, la casa de don
Fermín Rodríguez en la calle Fajardo, sede del futuro Museo Arqueológico
Insular de Lanzarote. Se trata es uno de los ejemplos más representativos y
mejor conservados de la arquitectura burguesa arrecifeña de la primera mitad
del siglo XX, reflejo del espíritu de
progreso que imperaba en una ciudad y una clase social que luchaba por
equipararse a otros núcleos urbanos canarios más desarrollados económica y
culturalmente.
Sus propietarios
Esta enorme mansión de características singulares no podría entenderse sin unos propietarios del perfil
de don Fermín Rodríguez Bethencourt y doña Manuela García Parrilla.
Él, prototipo del burgués insular de inicios del siglo XX:
hombre culto, dedicado a una profesión liberal -la Medicina-, pero vinculado
también a la agricultura, el comercio y la política. Ella, hija de un rico terrateniente, heredó múltiples propiedades, entre las que se encontraba la bodega “El Grifo”, la cual, como propietaria, se encargó siempre de administrar.
La casa
En 1909 Manuel García Ramírez, suegro de don Fermín, regala
al matrimonio una magnífica vivienda al comienzo de la calle Fajardo, donde establecen
su residencia y la consulta médica, y donde ven nacer a sus cinco hijos. Con el
paso del tiempo, sus reducidas dimensiones hacen necesario el traslado a una
casa mayor, encontrando el lugar idóneo al otro lado de la calle, en el nº 5,
propiedad de su pariente Adela Curbelo. Desde entonces, las viviendas son familiarmente conocidas como "casa grande" y "casa chica".
La "casa chica". Fotografía de Gerson Díaz |
Dotado de un gusto exquisito y disponiendo de una posición económica holgada, Fermín Rodríguez quiso hacer de su nueva residencia algo excepcional y único en Lanzarote. Por ello, aprovechó muy poco de la casa original ―quizá algún cimiento y aljibe― para edificar una nueva y magnífica mansión de más de 1100 m² en un estilo ecléctico de corte clasicista.
Una atenta mirada a su fachada nos descubre características y
elementos sorprendentes:
- La propia configuración del frontispicio, elevado sobre el nivel de la calle, retranqueado con jardín delantero y con dos cuerpos laterales a modo de torreones, proporciona un marcado carácter señorial.
La "casa grande". Fotografía de Gerson Díaz |
- Una gran variedad de molduras y elementos decorativos realizados en cemento inunda la fachada, en lo que el doctor Hernández Gutiérrez definió como “volumetría escultórica”: pilastras, ménsulas, claves de motivos florales, balaustradas y las doce acróteras o antefijas con decoración de palmeta que rematan el edificio, aumentando la sensación de altura.
- Al igual que otros edificios burgueses de la época, presenta su fachada cubierta de azulejos, pero con la singularidad de combinar distintas tipologías.
- Las carpinterías y rejas se encuentran entre las más originales de la isla.
Detalle de la cancela de acceso, con las iniciales de su propietario |
Otra singularidad de esta vivienda la constituye el hecho de que desempeñase una triple funcionalidad, al ser no solo residencia familiar, sino también consulta médica de don Fermín y almacén -en sus naves laterales- del vino que se producía en la bodega El Grifo, para su posterior comercialización.
La exposición “La arquitectura como escenografía. La casa de
D. Fermín Rodríguez en el Puerto del Arrecife”
Con el objetivo de poner en valor este destacado inmueble, la diseñadora gráfica Vanessa Rodríguez y yo recibimos el encargo de comisariar una exposición, que se inauguró el pasado 20 de diciembre de 2018 bajo el título “La arquitectura como escenografía. La casa de D. Fermín Rodríguez en el Puerto del Arrecife”.
Además de dar a conocer esta vivienda, quisimos dedicar el primer espacio de la muestra a la evolución histórica y urbanística de Arrecife, con el objetivo no solo de servir de contexto, sino también, de manera paralela, divulgar el denostado patrimonio arquitectónico de la ciudad.
Paneles expositivos de la primera sección de la exposición, dedicada a la evolución histórica de Arrecife |
Una pieza clave de esta parte de la exposición es una gran instalación formada por 80 piezas tridimensionales de 20 x 20 cm que muestran detalles
de la arquitectura de Arrecife (tanto elementos arquitectónicos “bellos” de las
casas burguesas como texturas de paramentos, argamasas, pavimentos, etc), intercalados con frases descriptivas de la
ciudad pronunciadas por viajeros, escritores o artistas, tanto de la isla como
foráneos, de distintos momentos históricos.
¿Por qué esta pieza y por qué este planteamiento de exposición? Porque estamos convencidas, como Manrique, de que Saber ver y no mirar es la clave del conocimiento; convencidas también de que Arrecife se merece y necesita una mirada más amable; convencidas, en definitiva, de que aún estamos a tiempo de recuperar una ciudad de la que poder sentirnos orgullosos.
La curiosidad -en palabras de Vanessa Rodríguez- es la semilla del cambio.
* La exposición se encuentra en la nave B del nº 5 de la calle Fajardo de Arrecife, futuro Museo Arqueológico Insular, y puede visitarse de martes a viernes de 10:30 a 17:00 h, y sábados de 10:30 a 14:00 h.