domingo, 5 de junio de 2016

La casa de Ruperto Vieyra en Yaiza

En el sureño pueblo de Yaiza, a los pies del Lomo del Cura (aquel al que, según cuenta la tradición, se subió el párroco Andrés Lorenzo Curbelo el 1 de septiembre de 1730 para ver el comienzo de las erupciones), se encuentra uno de los mejores ejemplos de casas señoriales decimonónicas que se conserva en Lanzarote. Oculta tras la Casa Benito Pérez Armas, al final de un pequeño callejón aguarda silenciosa e ignorada por muchos de los habitantes de la isla y de aquellos que nos visitan.



Esta magnífica mansión fue construida a mitad del siglo XIX por Ruperto Vieyra y Sousa, un comerciante de ascendencia portuguesa nacido en Las Palmas que, según parece, se había establecido en Lanzarote atraído por el comercio de la barrilla, casándose con Joaquina Pereyra de Armas.

La vivienda, de dos plantas y de considerables dimensiones, presenta una imponente fachada retranqueada en la que sus cuerpos laterales sobresalen a modo de torreones. Enmarcada por dos pilares de piedra rematados por floreros (elementos ambos que ennoblecen el edificio), una elaborada cancela aísla la casa del exterior, dando paso a un jardín delantero al que dan siete ventanas de guillotina, tipología poco habitual en la isla, y casi exclusiva de las altas clases sociales. En el centro del patio existió una fuente que, según el historiador Agustín de la Hoz, hizo de ésta la primera casa de Lanzarote en tener agua corriente.






Distintos detalles de la vivienda en la actualidad.

Apuntan diversas fuentes que don Ruperto era una persona afable y hospitalaria, y así parece demostrarlo el hecho de que dos ilustres viajeros visitaran su casa a finales del siglo XIX: el francés René Verneau (entre 1884 y 1887), y la británica Olivia Stone (en 1883). No obstante, como veremos a continuación, la visión que ambos ofrecen de la vivienda y sus propietarios es absolutamente diferente. 

Durante su visita a Yaiza, ya en sus últimos días de estancia en Lanzarote, Verneau recala en esta casa por recomendación del cura, que lo llevó a visitar la casa más confortable de Yaiza, característica que no pareció compartir el francés, a juzgar por sus palabras: 
Con gran complacencia, la propietaria me hizo los honores de su casa y de su jardín. Este contenía algunas plantas de ornamentación que adornaban muy poco, pues no se les daba sino la cantidad de agua estrictamente necesaria para impedirles morir. Esforzándome en admirarlo y haciéndole los elogios que me ordenaba la más vulgar amabilidad, no tenía, parece, el aire de estar completamente convencido de encontrarme ante una de las maravillas del mundo. Entonces se intentó forzar mi admiración. Habíamos vuelto al patio, y ya me disponía a despedirme de la señora cuando, a la orden de "abran" vi brotar, a mi lado, un pequeño surtidor de agua. La dama estaba radiante y, sin duda, juzgando que bajo los efectos de la sorpresa que me había dado no podría rehusar testimoniarle mi reconocimiento, se apresuró a presentarme un bonito y pequeño álbum, rogándome que le dejara un autógrafo en recuerdo de mi visita. Era un tributo que pedía a todos sus visitantes (...) Yo hubiese tenido mala fe en no firmarle uno, después de haber visto funcionar un surtidor de agua, cuyo grifo fue abierto en mi honor.
En Yaiza, como en el resto de la isla, el agua es muy escasa y se mira como un ser privilegiado el que puede permitirse consagrar medio hectolitro a una simple distracción. Es verdad que la que había visto brotar no se había perdido, pues fue recogida con cuidado y repuesta en su sitio, en la reserva colgada detrás de la puerta, hasta que se presentara una nueva ocasión de hacerla pasar por el tubo de plomo.
Este tono condescendiente e incluso burlesco de Verneau contrasta enormemente con el usado por la británica Olivia Stone, quien había llegado a Yaiza en una tartana de cuatro ruedas propiedad, precisamente, de Ruperto Vieyra:
(...) al otro lado, por encima del pueblo, se eleva la vivienda magnífica, amplia y pintoresca, de don Ruperto Vieira, nuestro anfitrión. Son las 2:30 p.m. cuando cruzamos la cancela y entramos en un patio o jardín, ya que la casa ha sido construida muy inteligentemente y sólo tiene tres fachadas, permitiendo así la vista desde todas las ventanas. Una fuente con flores y plantas adornan el patio que atravesamos para llegar hasta la casa. Allí nos da la bienvenida cordialmente la hermana de don Ruperto, doña Clodosinda Vieira, y, tras descansar durante algunos minutos y contar las anécdotas de nuestra expedición, salimos. Antes, sin embargo, nos llevan a nuestros cuartos para que veamos el paisaje, que es magnífico, diferente a todos los que he visto antes (...) Doña Clodosinda nos acompañó en nuestros paseos. Me dice que le gusta mucho más estar aquí que en Arrecife, que está mucho al aire libre, casi todo el día, entrando y saliendo, cuidando del jardín y de los animales y supervisándolo todo en general. Su vida me recuerda más a la vida campestre en Inglaterra que la de cualquiera de los que he conocido hasta ahora. La felicidad resultante se percibe en su aspecto vivo y satisfecho y en la forma tan ágil que tiene de moverse.
Tras la cena y el té, que nos sirvieron como en la casa de cualquier otro caballero del archipiélago (...) subimos a la azotea para no perdernos la puesta de sol. Por supuesto que al viajar hemos recibido la hospitalidad de personas de todas las clases, que nos la ofrecieron amablemente y sin esperar nada a cambio, pero el contacto con la aristocracia de estas islas ha sido de lo más agradable de nuestro viaje. 
Y termina añadiendo:
Nos asignaron un grupo de habitaciones en una de las alas de la casa, que, después de lo que hemos tenido que soportar con tanta frecuencia, eran de lo más lujoso. Nos habían proporcionado, como es habitual, todo lo necesario, o lo que pudiéramos necesitar, para nuestro aseo. 

Además del valor documental de su testimonio (y de lo agradable de sus palabras de elogio hacia la casa y sus propietarios), el libro de Stone ofrece un atractivo aún mayor, pues reproduce un grabado y una fotografía del inmueble, que nos sirven para advertir que la fachada conserva sus características principales, aunque ha perdido una más que probable policromía y decoración con bandas o cenefas, como puede apreciarse en las imágenes realizadas por Harris Stone, esposo de Olivia. 








En cualquier caso, como advertíamos al comienzo, consideramos que la casa de Ruperto Vieyra y Sousa constituye uno de los mejores edificios de su tipología y época conservados en Lanzarote, representativos de una determinada clase social y cultural y que, por tanto, puede muy bien ser una atractiva parada en nuestra visita al ya de por sí fascinante pueblo de Yaiza. 





FUENTES:
DE LA HOZ, Agustín: Lanzarote. Obra escogida, Cabildo Insular de Lanzarote, 1944.
- STONE, Olivia: Tenerife y sus seis satélites, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1995.
- VERNEAU, René: Cinco años de estancia en las Islas Canarias, 5ª edición, Ediciones J.A.D.L., Tenerife, 1981.

8 comentarios:

  1. Se la echaba de menos, joven. No tarde tanto en volver.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, Melchor, ¡eso espero!

    ResponderEliminar
  3. Hace años descubri por casualidad este blog tan interesante sobre la isla en la que nací y cuyas costumbres, arquitectura y paisajes llevo tan dentro. Me alegra Arminda que hayas decidido retomar este rinconcito desde el que nos transmites estos detalles que en el día a día pasamos por alto y que de otro modo irían perdiéndose para siempre. Mi más sincera enhorabuena y todo el ánimo para que prosiga esta maravillosa labor divulgativa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchísimas gracias por tus palabras! Me emociona mucho pensar que este blog pueda ayudar a mirar con otros ojos nuestra isla, tanto a los que nos visitan como a los que nacimos o vivimos en ella. Comentarios así me animan a continuar con la labor. Saludos cordiales.

      Eliminar
  4. Maravilloso blog Arminda! No nos conocemos pero quería felicitarte por los interesantes contenidos. Un atento saludo, Fabio

    ResponderEliminar
  5. Muchísimas gracias por tus palabras, Fabio!!

    ResponderEliminar