"El
fruto de Lanzarote debe rodearse como la naranja de una cáscara amarga y
defensiva. Defender el sentimiento, la dulce jugosidad interior que da la
naturaleza volcánica, desértica, sugestiva y única"[1]
La historia de amor de Rafael Arozarena con Lanzarote comenzó
cuando el escritor fue destinado a la isla como técnico de la compañía
Telefónica para instalar las antenas en la Atalaya de Femés. Eran los años
cuarenta y la isla se hallaba sumida en la miseria propia de la posguerra.
Durante estos meses, su hogar fue un "simple cuartucho de muy pocos metros
cuadrados, donde me ubicaba difícilmente por las noches para dormir entre las unidades
de transmisión y recepción. Mi cama estaba formada por los pajullos y papeles
que habían servido para envolver aquellos delicados aparatos. Pero bien;
entonces uno era joven y soportaba todo, como la soledad, el frío y el
hambre..."[2].
Téngase en cuenta que la Atalaya de Femés es la segunda montaña más alta de
Lanzarote, alcanzando su cima los 607 metros de altura, lo que hace que el viento y el
frío lleguen a ser verdaderamente insoportables, especialmente en la época de
los alisios.
Retrato de Rafael Arozarena. Tomado de www.pellagofio.com |
Vistas desde la falda de la Atalaya de Femés. A la izquierda pueden verse las casas del pueblo y, al fondo, y delante de las arenas de Corralejo, la Isla de Lobos |
A pesar de proceder de una isla fértil y verde como Tenerife, y a pesar de la miseria que encontró en Lanzarote,
el paisaje de Femés y el de la isla en general le cautivó desde el primer
momento, y, así, lo que en principio pudo parecer un destierro comparable al
que sufrió Unamuno en Fuerteventura, acabó por convertirse en un encuentro fecundo
y fascinante. Femés, al que describía como "un pueblo de Oriente que llegó
a la isla con vendavales de África, con las arenas del Sahara, grano a
grano", así como "celeste y marinero y tiene los pies en el agua,
allá abajo, en tierras de Rubicón"[4],
hizo una cura en su alma, "mostrándome el valor de la soledad y la belleza
de la vida tan austera, pobre y digna del campesino femesiano"[5].
El escritor contaba cómo en un atardecer vio la silueta de una
anciana de brillante y turbadora mirada a la que, en un primer momento,
confundió con una joven. Tras descubrir que se trataba de una mujer de casi
noventa años que gozó de una belleza deslumbrante en su juventud y a la que en
ese momento los muchachos tomaban por
bruja, se sintió fascinado por ella. Aunque no pudo intercambiar palabra con la
anciana, pues por ese entonces ya no hablaba con nadie, comenzó a indagar entre
las gentes del pueblo, tomando exhaustivos apuntes sobre su vida. Casi treinta
años después los reunía en formato de novela, surgiendo entonces "Mararía", aunque antes ya había publicado el poema
"María la de Femés", en un libro titulado "A la sombra de los
cuervos", del que entresaco algunas estrofas:
María la de Femés
ahora por estar vieja
nadie recuerda quién fue.
Los ojos como dos higos
como dos higos tunos
con las pestañas de picos
Era arisca como un cacto
y al hombre que la rozara
le sangrarían las manos.
Tronco torcido de vid,
el tiempo calcó en su cuerpo
arrugas de malpaís.
Secas sus piernas, resecas,
lo mismo que a los camellos
se le volvieron de arena.
Mararía
Mararía es una de las novelas canarias más leídas de todos
los tiempos. La historia es bien conocida: una joven de Femés, poseedora
de una deslumbrante belleza, es pretendida por todos los muchachos del pueblo.
Ella lucha por encontrar el amor verdadero mientras es engañada una y otra vez
por los hombres, que sólo se acercan a ella cautivados por su belleza. Desesperada
por encontrar a alguien que la quisiera por lo que verdaderamente era, decide
autoquemarse.
Portada de la primera edición de Mararía, de 1973 |
La novela es una mezcla de elementos reales y ficticios, mágicos, que desconciertan al
lector generando una atmósfera surrealista. Él mismo confesaba que "Mararía"
había sido escrita por un poeta más que por un novelista. El resultado es una
obra repleta de bellísimas imágenes, en la que la protagonista es presentada
como símbolo de la propia la isla de Lanzarote: "Mararía pretendía tener a
su lado una persona que apreciara su corazón, por eso se quemó, esperando que
aquello en lo que se convierte, una especie de tronco reseco y retorcido, si
era amado, lo sería de verdad. Enseguida hice un símil con la isla, que también
se ha incinerado a sí misma con sus volcanes"[6].
Efectivamente, en las numerosas descripciones que se hacen de Mararía a lo
largo de la novela, Arozarena parece estar hablando de Lanzarote: "Estaba
descalza y sus pies secos y arenosos, delgados y fuertes, parecían agarrarse al
piso. (...) Pero en la parte alta de aquel árbol requemado, algo surgía incandescente
aún; algo como una brasa encendida surgía de aquellos ojos negros, árabes,
jóvenes y hermosos. ¿Fuego? -me preguntaba yo mismo-. ¿Qué clase de
fuego?"[7]
Otros personajes de la novela, como el médico don Fermín, son
descritos de manera similar: "Por encima de aquella mano regordeta y
encendida de don Ermín, contemplé de nuevo la piel de la isla, seca y
apergaminada, junto a los viejos cráteres. Muerta, inmóvil, tampoco la isla
sería eterna. El viento se encargaría de llevarla a su fin"[8].
Y es que Arozarena siempre demostró un amor especial hacia
Lanzarote, manifestando su dolor y malestar ante acciones que restaban
autenticidad a la isla, como la plantación de cocoteros en las playas. Creía
que Lanzarote era un lugar único, "un paisaje sui generis a cuidar, ya que
a través de la parquedad, la pobreza, el espacio vacío, el sacrificio humano de
la agricultura y hasta la consecución de una muerte limpia y soleada,
representan la casi insondable verdad de la más digna existencia"[11].
[1]
AROZARENA, R.: "Pregón de las Fiestas de San Marcial", recogido
en Obras completas IV. Artículos.
Ediciones Idea, Tenerife, 2006, p. 101.
[2]
ÍDEM: "Elegía al vino de Lanzarote", recogido en Op. cit., p. 107.
[3]
ÍBIDEM: P. 108.
[4]
ÍDEM: Mararía,
Interinsular Canaria, 1983, p. 54.
[5]
ÍDEM: "Pregón de las Fiestas de San Marcial", recogido
en Op. cit. (2006), p. 99.
[6]
ÍDEM: "La Mararía de Antonio Betancor resulta un personaje
ñoño", en La Tribuna de Canarias,
7/12/1999, p. 67.
[7]
ÍDEM: Mararía,
Interinsular Canaria, 1983, p. 152.
[8]
ÍBIDEM: p. 151.
[9]
ÍDEM: "Motivaciones literarias de Lanzarote", recogido
en Op. cit. (2006), p. 46.
[10]
ÍDEM: Op. cit. (1983), p. 221.
[11]
ÍDEM: "Motivaciones literarias de Lanzarote", recogido
en Op. cit. (2006), p. 46.
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ResponderEliminarSinceramente, si no es por la película y canción, he de reconocer que nunca había oído hablar de "Mararía". Ni siquiera mis familiares conejeros me han contado nada. Una pregunta básica, señor Arozarena, ¿Qué hay de verdad y de ficción? Espero su respuesta. Gracias.
ResponderEliminarSinceramente, si no es por la película y canción, he de reconocer que nunca había oído hablar de "Mararía". Ni siquiera mis familiares conejeros me han contado nada. Una pregunta básica, señor Arozarena, ¿Qué hay de verdad y de ficción? Espero su respuesta. Gracias.
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