miércoles, 15 de enero de 2014

El viento, alegoría de Lanzarote

El mural El Viento es una de esas obras que, desde bien chinija, me han cautivado el corazón. Quizá sea porque cada vez que lo observo soy capaz de sentir la furia de ese viento que dificulta con violencia el paso a los campesinos, o quizá por haber estado envuelta desde niña en el paisaje de La Geria, del cual no he podido desprenderme; quizá yo misma no sea ya más que otro hoyo de parra o tronco de higuera...



Mural El Viento. Aula Magna de la Uned de Arrecife (antiguo Parador de Turismo)


A mediados de la década de 1940, ante el tímido pero incipiente despegue turístico de Lanzarote, las autoridades encargan la realización del primer edificio con fines estrictamente turísticos de la isla: el Parador Nacional.
Antiguo Parador de Turismo de Arrecife, actualmente sede de la Uned. En primer
término, escultura del científico lanzaroteño Blas Cabrera Felipe


El encargado de la obra fue el arquitecto tinerfeño José Enrique Marrero Regalado, quien diseñó, siguiendo las pautas estéticas del momento, un edificio en estilo neocanario, con múltiples guiños a la propia arquitectura tradicional de Lanzarote, como las volutas y bolas de la fachada, la chimenea o el horno.
Obsérvense los guiños a la arquitectura tradicional
de Lanzarote: las volutas, inspiradas en la iglesia del
Convento de San Francisco de Teguise, la chimenea,
recuerdo de las existentes en el mismo pueblo, o las
bolas, en referencia al cercano Puente de las Bolas


Para la decoración del bar y del comedor, solicitó a un recién licenciado César Manrique la realización de pinturas murales. Este encargo suponía la primera actuación de peso del artista en su isla, y, para ello, recurrió a la representación de temas vernáculos en un estilo aún figurativo.
Mural La Vendimia. Aula Magna de la Uned (antiguo
Parador de Turismo de Arrecife)

Mural La Pesca. Aula Magna de la Uned (antiguo Parador de Turismo de Arrecife)
Hasta las primeras décadas del siglo XX, la pintura canaria estaba fuertemente asociada a la idea del mito y, por tanto, a la visión de las islas como Jardín de las Hespérides, Campos Elíseos o la Atlántida. Esto se traducía, en el plano artístico, en cuadros de exuberantes paisajes llenos de frutos y personajes felices por vivir en un idílico paraíso. Esta situación comenzó a cambiar con el desarrollo de las vanguardias en Canarias, concretamente con la Escuela Luján Pérez de Las Palmas, y, previamente, con los escritos de Miguel de Unamuno sobre Fuerteventura, cuando empiezan a reivindicar, por primera vez, el paisaje seco de las islas. Como ha expuesto el catedrático Fernando Castro, este grupo de artistas y literatos ponen de manifiesto la idea de la caducidad del mito, al darse cuenta de que Canarias no es un jardín exuberante donde los árboles producen manzanas de oro (...) son islas pobres, donde el polvo del desierto cercano ha ido convirtiendo sus campos en páramos (...). Sus pobladores no son atlantes ni faunos sino humildes aparceros en cuyos rostros, de rasgos africanos, se acusan los estigmas de una explotación secular.
 
Los frutos de la tierra, obra del pintor
gomero José Aguiar, 1927

   
Una primera observación del mural El Viento probablemente nos transmita sensaciones negativas, como sufrimiento o angustia. Esta idea podría resultar antagónica con el propósito para el que fue realizado, y cabría pensar si no habría sido más pertinente, por parte de Manrique, escoger un tema más amable, como hizo en los otros murales que acompañan éste: La pesca o La vendimia. Sin embargo, un análisis más exhaustivo de la obra nos desvela un objetivo mucho más profundo y ambicioso.


 

César pintando el mural. Fotografía tomada del libro César Manrique 1950-1957


El fuerte viento de Lanzarote, presente en gran parte del año, es, en gran medida, el responsable de la fisonomía de la isla. Como podemos observar en esta pintura, desnuda sus viejas montañas; obliga a los agricultores a proteger sus frutales con muros de piedra; reduce y desprovee de vanos su arquitectura, y fuerza al enanismo a sus árboles, de los cuales tan sólo la valiente palmera es capaz de retar su furia.

Otros elementos naturales, como el volcán, condicionan la vida en la isla: las cenizas expulsadas durante las erupciones de Timanfaya dieron lugar a uno de los sistemas de cultivo más originales y genuinos del mundo: la plantación de parras en hoyos.


    Bien quisiera él [el viento] árboles altos, de borrominiano ramaje; palacios de
    balconería fastuosa [...]. Árboles que desnudar violentamente [...]. Pero nada de
    esto tiene. Las higueras de Ye se burlan de sus gritos dramáticos [...]. Palabras
    de Agustín Espinosa dedicadas al viento de Lanzarote, un cazador de retórica,
    en su libro Lancelot 28º-7º
En el mural El viento, por tanto, la esencia de Lanzarote queda representada: la titánica lucha que el campesino lanzaroteño ha llevado a cabo durante siglos contra unas condiciones naturales sumamente hostiles ha dado como resultado un paisaje sobrecogedor y extremadamente bello al mismo tiempo. Belleza en la riqueza cromática de sus tierras, en la austeridad de su arquitectura y su agricultura, y en la rotundidad y robustez de sus campesinos. Belleza, en definitiva, en la comunión del hombre con su medio. Simbiosis perfecta de arte y naturaleza.


Mujer, niño, arquitectura, árboles...todo en Lanzarote se
protege del viento

Robustas piernas ancladas en el rofe como raíces de higueras
Manrique, al igual que Pancho Lasso, Arozarena y tantos otros, fue capaz de ver en la particular naturaleza seca y volcánica de Lanzarote un potencial estético único, con el que sintió una especial comunión desde niño, tal y como dejaba de manifiesto en estas palabras: Ya el haber nacido en esta quemada geología de cenizas, en medio del Atlántico, condiciona a cualquier ser medianamente sensible.

Con esta temprana obra, Manrique quería advertir a todo aquel que visitara la isla que lo que ésta le iba a ofrecer no tenía nada que ver con lo que había visto antes, que iba a descubrir un paisaje lleno de contrastes y de una sobrecogedora belleza no exenta de cierto dramatismo.
Observador privilegiado, uno de sus principales méritos fue el de ser capaz no sólo de ver, sino, sobre todo, de hacer ver y entender, que la naturaleza y el patrimonio de Lanzarote, lejos de ser pobre e insignificante, constituye un atractivo de primer orden que hace de la isla un lugar único en el mundo del que debemos enorgullecernos y cuidar. 
El mural El viento, por tanto, representación alegórica de Lanzarote y reconocimiento a la nunca suficientemente valorada labor del campesino isleño.


FUENTES:
- CASTRO BORREGO, Fernando: Manrique, Biblioteca de Artistas Canarias, Gobierno de Canarias,2009.
- PERERA BETANCORT, Francisca María: "El Parador y el primer parque municipal de Arrecife," IX Jornadas de Estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote. Tomo II, Cabildo Insular de Fuerteventura y Cabildo Insular de Lanzarote, 2001.
- VV.AA: César Manrique 1950-1957, Fundación César Manrique, 2006.
-ARTETA VIOTTI, Arminda: "Visiones plásticas y literarias del paisaje Lanzarote en el mundo contemporáneo. Notas para su estudio", XII Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura. Tomo II, Cabildo Insular de Lanzarote y Cabildo Insular de Fuerteventura, 2008.

4 comentarios:

  1. Gracias por tu lectura!
    Adelante!

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  2. ¡Muchas gracias a ti por leerlo y por los ánimos!

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  3. Me ha encantado tu artículo. El viento es, sin duda, Lanzarote. Y César Manrique lo plasma en este mural (uno de mis favoritos) con la misma fuerza que el viento tiene. Curiosamente una de las personas que mejor supo captar lo esencial de la isla se ha convertido con su trabajo en parte de ella misma. Enhorabuena por tu blog!

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    1. Consuelo, no puedo estar más de acuerdo con tu comentario. Hoy por hoy, Lanzarote no puede entenderse sin el viento ni sin Manrique, pues ambos han modelado la isla. ¡Muchísimas gracias por tu comentario!

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