lunes, 29 de julio de 2013

La Cueva de Ana Viciosa

"Cueva" y "piratería" han sido dos elementos muy recurrentes en la historia y la mitología de la isla de Lanzarote. El caso más conocido por todos es, sin duda, el de la Cueva de los Verdes. Sin embargo, en la costa de Tinajo otra cueva encierra un mundo de leyendas igualmente apasionante aunque quizá más desconocido: La Cueva de Ana Viciosa.

Descripción del entorno y la cueva

Vista panorámica de la costa de Tinajo, con el caserío de La Laja del
Sol en el centro de la imagen y Montaña Bermeja al fondo.
La llegada hasta este mágico lugar puede realizarse desde el pueblo de La Santa, a través de una vereda que transcurre por una zona de malpaís y que casi siempre resulta amenizada por la banda sonora del embravecido mar de Tinajo. Después de dejar atrás Montaña Bermeja y, más adelante, el pequeño caserío de La Laja del Sol, nos encontramos con un acantilado en el que, si realizamos un gran esfuerzo visual, podremos divisar unas pequeñas manchas blancas que la delatan: estamos ante la cueva de Ana Viciosa.

Se trata de una grieta natural suspendida a unos 12 metros de altura, perfectamente mimetizada y apenas perceptible, que presenta una muralla de piedra y cal que la protege. La primera impresión, una vez localizada, es de incredulidad: ¿cómo pudo construirse esa fortaleza y cómo podían acceder a ella? Estos interrogantes parecen tener su respuesta en la acción de la erosión del mar, que habría destruido unas grandes piedras que servirían de acceso desde la costa. También se cree que puedo haber contado con un acceso desde la meseta superior donde se encuentra, pero que en algún momento esta entrada habría quedado taponada. Lo cierto es que, al menos desde el siglo XIX, su acceso es sumamente complejo y peligroso.

Acantilado donde se encuentra la Cueva, señalada
con un círculo rojo
 René Verneau, antropólogo francés que visitó las islas en la década de 1880, no quiso perder la oportunidad de visitar esta legendaria cueva. Después de un largo camino de más de dos horas desde Tinajo, y tras sopesar diversas estrategias, manda buscar escaleras que ataría para acceder hasta ella. La aventura, sin embargo, a punto estuvo de costarle la vida, tal y como él mismo cuenta en su libro "Cinco años de estancia en las Islas Canarias":    No describiré todas las tentativas infructuosas que hicimos para izar, a lo largo de los peñones, esta escalera de más de 16 metros de largo. Iba a renunciar cuando me llegó un refuerzo. De todas partes vinieron curiosos. Con su ayuda, la escalera fue puesta en su sitio. Su extremo llegaba a unos 50 centímetros de la entrada de la cueva. (...) Cuando me encontraba en el centro, el balanceo era tan fuerte que tuve que subir con muchas precauciones, evitando inclinarme a un lado o a otro. Oía la conversación de la gente: "Apuesto -decía uno- que va a descender". "Se va a matar", decía otro. La mayoría pensaba que para llegar hasta lo alto hacía falta tener un poderío sobrenatural. Sin embargo, llegué hasta la cima. Una vez en el último peldaño me fue fácil penetrar en el interior. Verneau había realizado este sobreesfuerzo con la esperanza de hallar en su interior vestigios de los majos, antiguos pobladores de Lanzarote, pues ésa era la misión de su expedición a las islas. El resultado en este sentido fue, para él, decepcionante, pues lo que halló en el interior nada tenía que ver con esta población: Un pasillo estrecho daba acceso, después de varias vueltas, a una cueva amplia, baja y muy oscura. Encontré fragmentos de pino resinoso, medio carbonizados, que habían servido de antorchas y que también utilicé de esta forma. Con ellas me fue posible examinar toda la vivienda. Contenía gruesos guijarros amontonados en varios sitios, tablas y círculos procedentes de toneles pequeños. Había estado, pues, habitada en una época reciente. Por otro lado, la construcción del muro de la fachada, que se compone de piedras cimentadas con cal, y las especies de troneras que allí existen, demuestran claramente que esta pared no es obra de antiguos insulares.
Grabado de Verneau representando su ascenso a la cueva

Después de Verneau, más investigadores, espeleólogos y curiosos la han visitado, casi siempre empleando el mismo sistema de escaleras unidas. Con el testimonio de todos ellos, podemos describir la cueva como un espacio fortificado con muro exterior de sillares unidos con cal y pequeñas troneras que servirían para observar y ventilar el espacio. En el interior, un pasillo de entrada y varias habitaciones a los lados, una de ellas de mayores dimensiones, y un suelo cubierto de estiércol de paloma y provisto de callaos -los "guijarros" de Verneau- con los que defenderse en caso de ataque. Según contaba Agustín de la Hoz, en los años cincuenta algunos campesinos habrían logrado acceder hasta ella para llevarse este estiércol, encontrándose objetos de valor como cucharillas de plata y oro y monedas acuñadas.

Se sabe que esta cueva fue usada, al igual que la Cueva de los Verdes, como refugio-fortaleza, pues ofrecía, además, y a pesar de la dureza del mar en la zona, la posibilidad de salir por la costa. La propia esposa e hija del Marqués de Herrera se refugiaron aquí en 1586 durante el ataque de Morato Arráez, aunque fueron encontradas, capturadas y llevadas a Argel, desde donde fueron devueltas a cambio de un buen botín.

Una vez conocido el lugar y su función defensiva, ahora nos queda otra incógnita: ¿quién fue Ana Viciosa y qué leyendas alberga esta cueva?

Ana Viciosa

Ana Viciosa fue una mujer muy poderosa del Lanzarote de finales del siglo XVI y principios del
XVII. Nieta de morisca, era sobrina de Agustín de Herrera -señor de la isla- y esposa del gobernador Juan de León Munguía, que murió luchando contra piratas franceses al mando del capitán Testu-La Motte en 1581. Al fallecer éste siendo ella muy joven, heredó las tierras del actual municipio de Tinajo y también el islote de Montaña Clara, muy rico en orchilla. Mujer de fuerte carácter, compró numerosos esclavos moriscos a los señores de Herrera, con los que fue creando muchos de
Vista del acantilados donde se encuentra la cueva
los pueblos que en el siglo XVIII quedarían sepultados por la erupción de Timanfaya.

Debido a los constantes ataques piráticos que azotaban la isla de Lanzarote por esa época, y ante la escasa capacidad de respuesta que ofrecían los señores ante este problema, decide emprender por sí misma la defensa de sus tierras, colocando vigías por la costa de Tinajo y en la montaña de Tenésar. Cuenta la leyenda que subía hasta su cueva y, si los piratas la asediaban, ella se defendía como un auténtico capitán.

No obstante, esta cueva es más célebre por otros motivos. Así, la tradición oral recuerda que Ana Viciosa era también una mujer muy bella y liberal, y que empleaba este lugar recóndito para mantener relaciones con jóvenes apuestos, algunos de ellos esclavos suyos a los que, a cambio, ofrecería su libertad.

Cabeza de Perro

Bajo este seudónimo se esconde "Ángel García", un pirata tinerfeño de rostro deforme muy conocido por sus ataques en el Caribe y por su extrema crueldad. Según cuenta la tradición, se enamoró de una joven pastora de Tinajo con la que prometió casarse y con la que se encontraba en esta cueva tres veces al año, hasta que fue capturado y ajusticiado, y ella, rota de dolor, acabó suicidándose. Existe la creencia de que este pirata dejó bajo el mar, en algún lugar cercano a Tenésar, un tesoro escondido. Así, marineros de la zona dicen haber visto una argolla de bronce de más de una tonelada de peso.

Algunos, como el escritor Leandro Perdomo, han querido ver en esta joven a la propia Ana Viciosa, y afirman que tres noches al año pueden oírse sus gritos de lamento por la pérdida del ser amado, mientras que, para los más escépticos, estos llantos no son más que los cantos de las pardelas.

En cualquier caso, si atendemos a la cronología de ambos personajes, obtenemos una diferencia que hace caer por su propio peso cualquier teoría acerca de un posible amorío entre ellos: Ana Viciosa vivió entre finales del siglo XVI y principios del XVII y Cabeza de Perro lo hizo en el XIX...


Detalle de la cueva. Se puede apreciar el color blanco de la cal
Pero, además, esta leyenda toma otra vuelta de tuerca si atendemos al doctor en Historia Manuel de Paz, quien afirma que Ángel García, alias "Cabeza de Perro", a pesar del peso que tiene en la tradición de Canarias, nunca existió, sino que fue un personaje inventado por el escritor Aurelio Pérez Zamora en su obra "Secretos de Cuba".


El origen de las leyendas

La existencia en la tradición oral de todas estas leyendas probablemente venga motivado por diversas causas:

a) Por un lado, el propio apellido de la dueña de estas tierras y de la cueva en cuestión era muy propicio para la invención de historias de este tipo, motivo al que habría que sumarle su gran fuerza y poderío, algo absolutamente insólito en una sociedad fuertemente masculina donde la mujer no contaba con ningún tipo de poder.

 b) Por otro lado, y en lo que se refiere a Cabeza de Perro, es muy lógico pensar que los habitantes de una isla con una historia tan marcada por la piratería y los constantes ataques marítimos recrearan leyendas y mitos relacionados con piratas célebres, y sabemos que éste, a pesar de ser un personaje literario, gozó de gran popularidad.

c) Por último, la inaccesibilidad de la cueva, en medio de una costa, además, tan inhóspita,
no hace sino aumentar el carácter mítico del lugar.

En definitiva, y aunque marcada por grandes dosis de mito, la Cueva de Ana Viciosa alberga en su interior todo un mundo de historias que siguen haciendo volar nuestra imaginación hacia pasados más remotos y fantásticos.


FUENTES:
- VERNEAU, René: Cinco años de estancia en las Islas Canarias, 5ª edición, Ediciones J.A.D.L., Tenerife, 1981.
- DE PAZ SÁNCHEZ, Manuel: La piratería en Canarias, Centro de la Cultura Popular Canaria, Tenerife, 2009.
- DE LA HOZ, Agustín: Lanzarote. Obra escogida, Cabildo Insular de Lanzarote, 1944.
-DE LEÓN, José: Lanzarote bajo el volcán, Cabildo de Lanzarote, 2008.
- PERDOMO, Leandro: "Ana Viciosa", en Falange, 16 de abril de 1955, pág. 4.
- DE LEÓN HERNÁNDEZ, José: "Ana Viciosa en Lanzarote: 'entre el misterio y el poder'", en VV.AA.: Enigmas y tesoros en Canarias, Herques, Tenerife, 2014.

lunes, 22 de julio de 2013

La Ermita de San José


Vista trasera del Cortijo de San José
A escasos dos kilómetros al norte de La Villa de Teguise, y en medio de una de las más ricas vegas agrícolas de Lanzarote, se alzan silenciosas las ruinas de la Ermita de San José. Distinguirlas a lo lejos es una tarea sólo al alcance de las vistas más audaces. El estado de abandono en que se encuentra el conjunto hacen que el barro, la piedra y la cal se mimeticen por completo con el entorno en el que se hallan y se fundan con el paisaje, demostrando de este modo cómo la arquitectura tradicional de Lanzarote está realizada con los materiales que la propia naturaleza le brinda, en una conjunción perfecta donde nada sobra, pero tampoco nada falta.

Probablemente, para muchos el nombre de la "Ermita de San José" resulte absolutamente desconocido, pues incluso si alguno ha pasado a su lado, a buen seguro no habrá imaginado que esas ruinas en su momento pudieron albergar  uno de los edificios religiosos más singulares no sólo de Teguise, sino de toda Lanzarote. Conozcamos entonces su historia...

El Cortijo de San José


Coladera del aljibe

Don Diego de Laguna y Ayala, nacido en Teguise en 1649, fue uno de los personajes más poderosos del Lanzarote de su época, atesorando los cargos de Beneficiado de la Parroquia de Teguise, Vicario de Lanzarote, Comisario del Santo Oficio y Juez del Santo Tribunal de Cruzada. De sus padres heredó el cortijo ubicado en la Vega de San José, una de las más fértiles de toda la isla, como apuntábamos al comienzo.

De la importancia de este conjunto habla por sí sola el aljibe de grandes dimensiones y su espectacular coladera circular, de casi 5 metros de diámetro y de gran belleza, hasta la cual llegaba el agua de la lluvia que bajaba por una canalización realizada en el Lomo Blanco.



Aljibe del Cortijo



Precioso cuadro del pintor lanzaroteño Mario Delgado en el
que se representa el Cortijo de San José

La ermita de San José

Pero, sin duda alguna, el elemento más representativo y destacado de este cortijo fue la ermita que mandó construir el Beneficiado Diego de Laguna en honor al santo que daba nombre a la vega en que se ubica el conjunto: San José.

Se trataba de una capilla privada, de una sola nave, que contaba con dos hornacinas laterales que

albergaban las imágenes de San Isidro y San Agustín. Presidiendo la ermita, en la cabecera, se encontraba el cuadro "Los desposorios de la Virgen", una obra de gran calidad atribuida por el profesor Hernández Perera al círculo del pintor granadino Pedro Atanasio Bocanegra.
"Los desposorios de la Virgen y San José",
hoy en el Museo de Arte Sacro de Teguise

Esta capilla desempeñó un papel fundamental en el culto de la que, desde 1725, fue patrona de la isla: Nuestra Señora de Las Nieves. Aunque desde 1939 las fiestas dedicadas a esta virgen se celebran con una romería hasta su templo -en "La Montaña"-, lo cierto es que esto no siempre fue así. Con anterioridad, el culto consistía en bajar a la Virgen hasta la Iglesia de Guadalupe, en La Villa, cada año, en un principio, y después cada cinco. También era muy frecuente trasladarla a la capital cuando la isla era azotada por plagas de langosta o por severas sequías, pues a ella se encomendaban los lanzaroteños en busca de su intercesión.


Interior de la Ermita de San José en la actualidad

En esta ceremonia la Ermita de San José jugaba un papel fundamental, pues actuaba como punto de encuentro entre las imágenes procedentes de otras dos iglesias cercanas que se unían a la procesión: San Sebastián, del Mojón, y San Leandro, de Teseguite, y, con ellas, los romeros que las acompañaban. En ocasiones pasaban allí la noche y al día siguiente continuaban su camino, en solemne procesión, hasta la Iglesia de Guadalupe, en donde permanecía nueve días antes de volver de nuevo a su templo.

La mayor devoción hacia la Virgen de Los Dolores y las críticas de la Iglesia por considerar que estas bajadas estaban perdiendo su carácter devoto en favor de uno exclusivamente festivo, hicieron que poco a poco se fuese abandonando este culto. De hecho, la Iglesia de Las Nieves llegó a quedar en un estado tan ruinoso que obligó a su demolición y sustitución por un nuevo edificio, diseñado por el arquitecto teguiseño Enrique Spínola en los años sesenta.


Detalle de la fachada de la Ermita. Se puede
observar cómo sus cantos han sido extraídos.

En cuanto a la Ermita de San José, su destino fue mucho más cruel. En la década de los cuarenta, sus propietarios comenzaron a usarla como garaje, lo que provocó la prohibición de celebrar actos religiosos en su interior. Por fortuna, su valioso cuadro fue rescatado por el párroco de Teguise, don Juan Melián, y trasladado a la Ermita de la Veracruz, encontrándose hoy expuesto en el Museo de Arte Sacro de La Villa. En 1951, sin embargo, su techo fue derribado para extraer las valiosas vigas de madera y venderlas, por lo que desde entonces su deterioro fue en aumento hasta convertirse en el montón de piedras y barro que es en la actualidad, siendo, como afirma Francisco Hernández, cronista de Teguise, "el testigo mudo de la historia religiosa de Lanzarote".

FUENTES:
- HERNÁNDEZ DELGADO, Francisco, y RODRÍGUEZ ARMAS, María Dolores: "Nuestra Señora de las Nieves", Archivo Histórico de Teguise.
- HERNÁNDEZ DELGADO, Francisco: "Ermita de San José", Archivo Histórico de Teguise.



 

lunes, 15 de julio de 2013

Caleras de Lanzarote

Introducción


Calera en Janubio
En Lanzarote, al igual que en Fuerteventura, es muy abundante la piedra caliza o caliche, como se denomina popularmente a la roca de aspecto blanquecino rica en carbonato cálcico de la cual se extrae la cal, un producto de primera necesidad en Canarias hasta mediados del siglo pasado. Sus usos eran múltiples, destacando los siguientes:
a) Como mortero: mezclado con arena, actuaba como el cemento y por tanto, junto con el barro y la piedra, constitutía la base de cualquier construcción.
b)  Para el albeado de las viviendas: su empleo como pintura impermeabilizaba las paredes al mismo tiempo que ayudaba a suavizar las temperaturas en el interior de las casas.
c) Como desinfectante: se introducía en los aljibes y maretas para depurar el agua de la lluvia que en ellas se almacenaba.
d) Para evitar epidemias e infecciones, al echarse sobre los cadáveres.
e) Para cauterizar los árboles después de las podas.
Por este motivo, desde muy antiguo fue un producto de exportación y fuente económica de primer orden en Lanzarote, vendiéndose en toda Canarias y Madeira, lo que justifica la existencia de múltiples hornos de cal o caleras por toda la isla, especialmente en las zonas costeras de Janubio, Rubicón, Arrieta y Órzola, pero también en el interior, como el conjunto de caleras de Chimida, en Teguise.




Detalle de la boca de entrada de una
calera de Chimida
Proceso de elaboración
En primer lugar, había que extraer las piedras de caliche de las canteras y fragmentarlas en trozos pequeños. A continuación, desde la boca de la calera se iban introduciendo sucesivamente capas de caliche y de leña o carbón, que caían sobre una parrilla situada en la parte inferior, y entre los cuales debían quedar huecos por los que pudieran pasar las llamas. A este proceso se le denominaba "armar la calera".

El fuego debía alimentarse de manera ininterrumpida durante cuatro o cinco días, pues tenía que alcanzar temperaturas que rondaban los 800-1000 grados centígrados, lo que supone una enorme dureza del trabajo de los caleros, que debían combatir el calor extremo y el humo incesante. Además, este trabajo solía hacerse en verano para evitar posibles lluvias que estropeasen el proceso.

La cal se consideraba en su punto cuando el humo que salía era de color blanco. Una vez obtenido, se retiraba de la parrilla y se apagaba con agua, de ahí que las caleras estén cerca de la costa o bien cuenten con aljibes a su alrededor. Aún son muchos los que recuerdan cómo en sus casas se sancochaban batatas sobre el calor que emitía la cal durante varios días después de sacarse de la calera.

Descripción de las caleras
 


Esquema de una calera. Extraído de Itinerario Las Laderas,
el jable, Mancha Vagal, Guía del profesor, Cabildo de Lanzarote, 1993 
Se trata de construcciones de piedra y barro de diferentes tamaños y formas, pudiendo distinguirse entre las que fueron realizadas con finalidades industriales de aquellas más modestas hechas para levantar una vivienda, aljibe o mareta.

Suelen presentar forma cónica o troncocónica, con una boca inferior de entrada que permitía el acceso al emparrillado de hierro sobre el que se colocaban las piedras de caliche y la leña. A ambos lados de la boca se levantaban muros para asocar y ayudar a mantener el calor.



Calera en Chimida (Teguise)
Por el exterior, una rampa facilitaba el transporte de las piedras hasta la apertura.
A  pesar de que la finalidad de estas construcciones era puramente utilitaria, lo cierto es que la modesta perfección técnica de su estructura y los contrastes cromáticos generados por la mezcla de piedras de basalto y de caliza le confieren una indudable belleza estética.

Caleras
 
Uno de los conjuntos de caleras más espectaculares que se conservan los encontramos en Janubio, en un enclave denominado, por este motivo, "Llano de las caleras", muy próximo a las Salinas. No debemos olvidar que en este lugar estuvo ubicado uno de los puertos más importantes de Lanzarote: el Puerto Real de Janubio, destruido por las erupciones de Timanfaya. Éste fue el principal punto de embarque de cal de la isla.

También otras zonas del sur como Berrugo o Papagayo contaron con numerosas caleras, conservándose algún ejemplo como la de Playa Mujeres.

Otro conjunto de gran belleza lo constituyen las que se encuentran en las faldas de la montaña de Chimida, en las inmediaciones del casco histórico de Teguise, que fueron restauradas hace unos años.

Frente a estas caleras de tipo industrial existen, como decíamos, otras de carácter doméstico y dimensiones mucho menores, construidas en algunos casos entre vecinos para obtener la cal necesaria para la construcción de alguna vivienda o aljibe.



Calera en la Caleta del Aguardiente (La Graciosa)
Las caleras en la actualidad

En la década de los sesenta, la llegada de productos como el cemento o la pintura, así como la instalación de la primera planta desaladora en 1964, hicieron que la industria de la cal fuera decayendo hasta su total desaparición.

El vertiginoso desarrollo económico experimentado en Lanzarote con la llegada del turismo provocó no sólo el abandono de actividades tradicionales, sino también su más absoluto olvido, lo que ha provocado la dramática pérdida de muchos de nuestros elementos patrimoniales. Un claro ejemplo lo constituye la industria de la cal, como lo demuestra la extrañeza que nos causa la observación de las caleras, infraestructuras hoy por hoy totalmente ajenas a nosotros y que muchos somos incapaces de identificar.


Calera en Las Lagunitas (Isla de Lobos)

Afortunadamente, han quedado huellas de esta actividad histórica en el habla popular, con expresiones como fumar como una calera, para hablar de alguien que fuma mucho -en referencia a la cantidad de humo que se desprendía en los hornos- o a cal y canto, para designar algo cerrado herméticamente -en alusión a la capacidad aglutinadora de la cal. El apellido "Calero" también es un recuerdo de este duro oficio.

Por el papel fundamental que jugaron tanto en la economía insular, como producto de exportación, como en la lucha por la supervivencia en su uso doméstico, unido al indudable valor estético que poseen, las caleras constituyen un rico patrimonio que entre todos debemos poner en valor y conservar.


Calera en Tías
 
 
FUENTES:
- RODRÍGUEZ, Julián, MONTELONGO, Antonio J., MEDINA, Marcial y FARRAY, José: "Cal y caleros de Lanzarote", en XI Jornadas de Estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote, Tomo II, Cabildo Insular de Fuerteventura y Cabildo Insular de Lanzarote, 2004.
- HERNÁNDEZ DELGADO, Francisco y RODRÍGUEZ ARMAS, María Dolores: "Hornos de cal (caleras) en Lanzarote", en Aguayro, nº 204, Caja Insular de Ahorros, Las Palmas, 1993.

 

 

 


miércoles, 10 de julio de 2013

LANZAROTE, arquitectura inédita

Introducción

Frente a una arquitectura estandarizada como la que había visto en Nueva York y en otras muchas ciudades del mundo, Manrique defendía unos modelos propios, vernáculos, unas formas que realmente pertenecieran a la isla. Teníamos que recoger y aprender de nuestro propio medio para crear, sin tener que partir de ninguna idea establecida. Ésta ha sido la razón fundamental que ha reforzado su personalidad (la de Lanzarote). No teníamos que copiar a nadie. Que vinieran a copiarnos. Lanzarote enseñaba esa alternativa (Palabras de Manrique recogidas en "Escrito en el fuego").

Cuando el artista regresó a finales de los sesenta a Lanzarote procedente de Nueva York, se encontró con que la arquitectura vernácula estaba siendo indiscriminadamente destruida, sustituida por otras construcciones más dignas, o, simplemente, abandonada. 
Portada del libro
Por este motivo, decidió emprender toda una campaña de concienciación colectiva y de recuperación. El primer paso fue recorrer la isla en busca de viviendas tradicionales aún en pie y fotografiarlas, para después recogerlas en un libro único y en cuyo título está inspirado este blog: “Lanzarote, arquitectura inédita”. Su primera edición fue publicada en 1974; la segunda, en 1988.

En esta ardua tarea contó con varios colaboradores, entre ellos el genial arquitecto Fernando Higueras, diseñador del Hotel Salinas y de otros proyectos no realizados para Lanzarote (como un hotel inspirado en los socos de La Geria y cuya maqueta se conserva en el MOMA de Nueva York), así como con el reconocido crítico de arte Juan Ramírez de Lucas. El libro también está enriquecido con textos del célebre “Lancelot 28º-7º”, escrito por el poeta surrealista Agustín Espinosa.

En cuanto a su contenido, se encuentra dividido en las siguientes secciones: geología y paisaje, vivienda popular, arquitectura religiosa, arquitectura militar, chimeneas, puertas y ventanas y molinos. Todo ello acompañado de fotografías de una insólita belleza, muchas de ellas realizadas por Francisco Rojas, así como dibujos del propio Manrique. 

Selección de textos

Al comienzo del libro, César Manrique expone los motivos que le condujeron a emprender este proyecto: El haberme cobijado en sus viviendas, el haberlas palpado y estudiado, son los factores que han hecho darme cuenta de la posibilidad y exterminio por gentes irresponsables y ajenas a la comprensión por falta del conocimiento de una elemental cultura. Ésta es la primera razón de esta urgente publicación. 

Era necesario a través de la orientación que se tomará de este libro, evitar la destrucción de cada muro viejo, de cada distribución, de cada vivienda en donde el tiempo haya dejado rastro histórico. Su desaparición borraría para siempre un pasado lleno de sentido y de sabiduría aprendida por experiencia de siglos en observación y necesidad de su clima, de su latitud, de su viento, de su luz y de un increíble paisaje que determinaban un resultado de maneras de hacer, que no se puede improvisar en un corto espacio de tiempo (...)
Da pena pensar el enorme trabajo y lucha que hace falta para hacer comprender lo que significaría un suicidio colectivo por el desconocimiento político-económico de un derrumbe general, al estropear y destruir los valores esenciales de su agricultura única, su negro y quemado paisaje y su simple y blanca arquitectura.

Cualquier lugar de la tierra sin fuerte tradición, sin personalidad y sin suficiente atmósfera poética, está condenado a morir. 
Vivienda en Los Valles
Con este libro se dará a conocer y comprender todas sus facetas, para que su estudio nos pueda dar todas las enormes posibilidades en la continuidad de nuevas construcciones. Es la única fuente en donde podemos beber para trazar la trayectoria de una línea de conducta en su crecimiento y que además quede como el documento e inventario de lo actualmente existente (...).

Más adelante reflexiona acerca de los desastres urbanísticos cometidos en la década de los sesenta en España y expone su temor a que ocurra algo semejante en su querida Lanzarote: Parece imposible que después de la catástrofe que supone el haber adulterado casi todo el litoral español, borrando las acusadas características que diferenciaban cada lugar por la completa falta de adecuación, introduciendo gratuitamente una fría estandarización internacional, no hayamos podido todavía aprender la lección, para rectificar y salvar lo que nos queda.

¿Cómo es posible comprender  que todo esto se tolere en unas islas que dicen quieren programar para recibir a un gran número de visitantes? Todas estas graves torpezas pueden dar lugar en un futuro próximo, en la posible competencia con África, a la desaparición de un turismo, con las trágicas consecuencias de orden económico de lo que esto pueda suponer. 
Ya el haber nacido en esta quemada geología de cenizas, en medio del Atlántico, condiciona a cualquier ser medianamente sensible. Toda la influencia que supone este escenario que ha rodeado mi infancia, se ha manifestado sucesivamente en toda mi plástica, con gran libertad de expresión, como la misma y brutal superficie de la isla. 
La última razón, y creo la que más influyó en mi amor por Lanzarote, es de índole más moral, más social e intimista, por haber conocido desde mis primeros años su gran humildad y pobreza, en donde sus gentes tenían muchos años que emigrar  por falta de lluvia y de medios. Todos estos recuerdos han dejado una marca en mis sentimientos a través de los años, queriendo hacer como una revancha de demostrarme a mí mismo que no estaba equivocado con lo que pensaba podría ser esta maravillosa isla.

Y concluye su alegato con unas aseveraciones que hablan de su enorme lucidez y compromiso social:
El mayor negocio que puede tener un país es la educación de su pueblo. Sin preparación cultural es imposible tener clara visión de futuro para planificar algo que nos beneficia a todos. Solamente así se destruirá todo sin perspectiva. Con una programación inteligente y con una conciencia clara de lo que se quiere, se abre un porvenir lleno de posibilidades tan inmensas como jamás podrán imaginar.

En cuanto al arquitecto Fernando Higueras, expresa en los siguientes términos su contacto con la isla: En el año 1963 visité Lanzarote, en compañía de César Manrique. (...) Me había hablado apasionadamente de sus pueblos, del color de la tierra y de sus gentes, pero la realidad superaba todo lo que había imaginado. La isla de Lanzarote es uno de los pocos lugares del mundo donde todavía se puede contemplar la superficie de nuestro planeta en el estado embrionario que debía tener hace millones de años, cuando quizás el hombre no había hecho su aparición sobre la tierra. 
Y esos taladros de ráfagas de ametralladoras
de tus viejos muros,para que las palomas de la paz aniden
 y los pájaros se arropen anunciando la tormenta

(César Manrique)
Mi primera impresión fue de entusiasmo y alegría ante la grandeza, todavía virgen, del lugar en el que deberíamos proyectar nuestras construcciones, pero después, ante la belleza del paisaje y la perfecta integración de su arquitectura popular anónima existente, nuestro entusiasmo y alegría se fueron transformando en miedo ante el temor de que cualquier tipo de arquitectura hoy al uso, podría quitar encanto a lo que ya era una obra de arte completa.

A juzgar por sus palabras, para Juan Ramírez de Lucas Lanzarote tampoco pasó desaparcibida: La isla no es fotogénica, o mejor dicho, su realidad física y metafísica es muy superior a todo lo que la fotografía pueda darnos. Ni siquiera con los testimonios fotográficos; nos quedaremos sabiendo poco, sabiendo casi nada de Lanzarote. A Lanzarote hay que verlo para creerlo, y después de visto aún se duda si lo que se vio correspondía a una realidad real o era el producto de una alucinación, de uno de esos espejismos que asaltan a los caminantes de los desiertos. El viajero en Lanzarote se preguntará si aquello que está ante sus ojos es posible que exista. Algunas veces dudamos de la veracidad de nuestro recuerdo, pero sólo en Lanzarote ocurre dudar de la veracidad de la visión inmediata. No, lo que estamos viendo no es posible. Forzosamente hay que estar preso de algún encantamiento. 

En las viejas casas campesinas, la redondez de los hornos
 para cocer el pan era como la preñez de las viviendas,
 dentro de su abombada evidencia se gestaba, cada día,
 la vida y su sustento necesario 
(Juan Ramírez de Lucas)
Con respecto a la arquitectura popular, afirma que ésta constituye uno de los ejemplos más convincentes de la arquitectura "orgánica", la que va creciendo según las necesidades del ocupante, como un organismo vivo, que se adapta al terreno y  a las posibilidades económicas del campesino. Un prototipo de sabiduría popular que sabe aprovechar todo lo que le brinda el entorno natural. (...) Cuando se tiene entre las manos, al alcance de todas las miradas, una arquitectura autóctona tan entrañable, de tanta personalidad, de tan ascética y purísima belleza, de tan espontánea y estudiada sabiduría sedimentada en el pueblo, no se puede desoír su llamada para entregarse en brazos de la frivolidad, de la moda internacional que nos llega con la última revista volandera. (...) Es por ello que Dar a conocer en lo posible esta arquitectura hecha por el pueblo y para el pueblo, es el objeto principal de este libro que César Manrique ha ido formando con paciencia fotográfica paternal e impaciencia vehemente de enamorado (...) Este libro es también un acta notarial, una catalogación de algo de lo que está en pie en 1972. Un muestrario de posibilidades, un testamento, un inventario de bienes comunes, un balance abreviado de lo que otros hicieron generosamente. 
Chimenea "bizantina" de Haría
Por todas estas razones tiene importancia este libro; también por otras muchas que cada uno puede añadir según su saber y entender. 
No obstante, Juan Ramírez de Lucas advierte de que No se trata de incitar al "pastiche" seudopopularista, ni de animar a una repetición de arqueología aplicada. El propósito es otro y más ambicioso: se trata de que cada arquitecto, de que cada constructor, de que cada proyectista, de que cada especulador de la madre tierra, tengan muy presentes estas rotundas realidades del pasado antes de decidirse a levantar nada nuevo. Que cada uno haga lo que pueda, pero también lo que deba hacer.

El libro finaliza con las siguientes palabras de Manrique: En esta última página del libro quiero que quede marcado este esfuerzo testimonial, catalogado como en un inventario, todo el espíritu de Lanzarote. Amasado con la gran experiencia y lucha en esta difícil tierra, por sus gentes. Que la lección del libro sirva de documento gráfico de lo existente, creando un respecto al quehacer de lo más íntimo de la expresión de este pueblo, para guía futura y como fuente de su gran verdad

Lamentablemente, muchas de las viviendas que aparecen en este libro han desaparecido ya; gracias a esta obra, sin embargo, permanecerán en el tiempo como testimonio de un patrimonio inédito. 

NOTA: Todas las imágenes han sido extraídas del libro "Arquitectura inédita".


jueves, 4 de julio de 2013

La ermita de San Rafael

Ermita de San Rafael
A casi un kilómetro del casco histórico de Teguise y a escasos metros de la montaña de Chimida se encuentra la Ermita de San Rafael, uno de los inmuebles religiosos más bellos y singulares de la isla pero también de los más desconocidos.

Sobre sus orígenes exactos muy poco se sabe, aunque está considerada por los estudiosos como una de las más antiguas construcciones religiosas de Lanzarote, creyéndose incluso que pudo haber sido fundada por el propio Maciot de Bethencourt. No obstante, el primer documento conservado en donde aparece referenciada data del siglo XVII.

Se trata de un edificio de reducidas dimensiones, construido según técnicas tradicionales insulares, a base de piedra, barro y cal, aunque sus techumbres a dos aguas aparecen recubiertas de tejas, característica mudéjar escasa en Lanzarote pero común en Teguise, antigua capital, como símbolo de distinción social. Su fachada, de una gran sencillez, presenta arco de medio punto enmarcado en toba roja y un pequeño óculo que ilumina tímidamente su interior. Rematando el eje de la fachada aparece una humilde cruz de madera. Un muro en barbacana en forma de “L” mitiga los fuertes vientos y acoge a los fieles, que pisan sobre un suelo de laja volcánica de indudable belleza.

Detalle de la fachada y
muro en barbacana
Su interior, de una sola nave cubierta con un artesonado de par e hilera, alberga una imagen popular del arcángel San Rafael con el atuendo de peregrino y sosteniendo un pez, representado así en su papel de protector de los viajeros al rememorar el capítulo en que rescata a Tobías de morir devorado por un pez en el río Tigris.

Imagen popular de San Rafael
La sacristía, a diferencia de lo que ocurre en la mayor parte de las ermitas de Lanzarote, no se encuentra en el lado de la Epístola (en el lado derecho), sino al fondo de la única nave.

 Pero, sin duda, el aspecto más peculiar que ofrece este inmueble religioso y que lo diferencia con respecto al resto es el hecho de que la espadaña con la campana no aparece en la fachada, sino en un lateral, orientado hacia la población. La explicación a esta singularidad parece encontrarse en la necesidad de avisar al pueblo en caso de posibles peligros, con lo que la ermita respondería a una doble funcionalidad: de culto y al mismo tiempo de alarma ante cualquier posible ataque o invasión (recordemos que Teguise, como toda la isla de Lanzarote, fue víctima de constantes ataques piráticos durante varios siglos). Este hecho explicaría su extraña ubicación, tan alejada del núcleo urbano, así como el hecho de que sobreviviese a las continuas invasiones piráticas que saqueaban y destruían el pueblo de Teguise una y otra vez.
Vista lateral de la ermita con la espadaña de
puntas de diamante y campana

Según la tradición, la ermita de San Rafael también habría jugado un curioso papel durante las trágicas erupciones de Timanfaya. Así pues, habría albergado en su interior la imagen de “San Juan Evangelista” procedente de la ermita de San Juan, ubicada en el caserío de Buen Lugar, la cual fue absolutamente arrasada y sepultada por los volcanes, al igual que la ermita de Santa Catalina y de Candelaria. Según esta tradición, la imagen no podría salir hasta que se construyera la primera ermita bajo su misma advocación, siendo ésta la de Soo, lugar hacia donde habría sido llevada en solemne procesión.

El conjunto, restaurado en la década de los noventa y declarado Bien de Interés Cultural en 2003, constituye, con toda su sencillez y humildad, uno de los elementos más bellos de nuestro patrimonio eclesiástico.

PARA SABER MÁS:
GALANTE GÓMEZ, Francisco y Escuela de Arte Pancho Lasso: Lanzarote arquitectura religiosa, Cabildo Insular de Lanzarote, 1991.
RENÉ: “La Ermita de San Rafael en Teguise”, El defensor de Canarias, nº 396, 26 de febrero de 1921, pág. 1.