miércoles, 27 de noviembre de 2013

Luis Ramírez González, el gran mecenas olvidado

En una época como la que nos ha tocado vivir, donde las noticias sobre recortes en educación y cultura llenan las portadas de la prensa día sí y día también, pensar que una vez pudo existir una persona que, desinteresadamente, dedicara su tiempo y su dinero a conservar y promover el patrimonio y la educación, parece una verdadera quimera. Sin embargo, así fue. Lanzarote tuvo la fortuna de contar, en las primeras décadas del siglo XX, con un personaje tan interesante y peculiar como desconocido: don Luis Ramírez González.

Retrato de juventud de Luis Ramírez. Fotografía
tomada del artículo Historia del Ayuntamiento de
San Bartolomé. Doscientos años de alcaldes
Nacido en San Bartolomé en el seno de una familia pudiente, tuvo la posibilidad de formarse y viajar por la Península y Europa. Posiblemente ligado a la masonería, poseía grandes inquietudes culturales y un carácter singular, no siempre entendido por el pueblo. Entre 1930 y 1931 fue alcalde de San Bartolomé, residiendo en un cortijo de La Florida que aún hoy permanece en pie, aunque rehabilitado como bodega, con un característico drago.
Desde muy joven, sintió un profundo interés por el arte y el patrimonio, tal y como lo describían en la prensa de la época:  Hombre admirable, dotado de la más admirable de las manías: coleccionar cuanto de bello o de mérito artístico, histórico o cultural llega hasta sus manos. No obstante, este interés no era sólo producto de un hedonismo individualista, pues llegó a ser un auténtico filántropo y mecenas, que llevó a cabo un gran número de iniciativas culturales. Veamos algunas de ellas.

Los castillos

En 1925, ante el estado de abandono en que se encontraba el Castillo de Santa Bárbara o Guanapay (que había llegado a ser palomar militar hasta 1913) el Gobernador Militar de Gran Canaria pide un informe al Ayuntamiento de Teguise, solicitando que alguna familia de buena conducta se hiciera cargo de inmueble. Para este cometido fue propuesto, por su amor hacia la historia y el patrimonio de su isla, D. Luis Ramírez González, con la condición de que lo conservara en buen estado, como así lo hizo hasta que, en 1936, pasa al Ministerio de Hacienda. Según me contó en una ocasión un sabio de La Caleta, en este histórico monumento descansan los restos de sus queridos perros Tula y Azabache.
Imagen del Castillo de Guanapay en los años 20.
Fotografía tomada de la Fedac
Viendo con dolor el deplorable estado en que se hallaba el Castillo de Las Coloradas o Torre del Águila, en Playa Blanca, Luis Ramírez solicita, en 1933, su usufructo, para poder contribuir a su conservación. Se dirigía a las autoridades con estas palabras: Amante de la conservación de los pocos monumentos históricos de esta Isla, y  creyendo que el castillo del Águila en la misma (...) no tiene persona que vele  por su conservación y cuidado, espera merecer de V.E. se le dé en usufructo  dicha fortaleza (...). Lamentablemente, esta petición fue rechazada.

Museo en La Villa

En la década de 1920, proyecta instalar un museo de antigüedades dedicado a Agustín de Herrera, Marqués de Lanzarote, sobre una antigua casona de Teguise del siglo XVIII, prácticamente en ruinas. El escudo, donde pueden verse las iniciales AH y MS, fue realizado por el escultor Pancho Lasso.

Detalle del marco de la puerta del Palacio del Marqués de Herrera (Teguise)
y su escudo, realizado por Pancho Lasso
Por diversos motivos, las obras quedaron paralizadas, retomándose el proyecto en la década de 1940. Antes de morir, lo donó al Cabildo para que pudiera materializarse su sueño; sin embargo, esto nunca ocurrió, y en la actualidad constituye una de las sedes del ayuntamiento de Teguise.

En este mismo pueblo contribuyó, con su propio patrimonio, a embellecer la plaza de San Miguel con una fuente y bancos realizados en piedra de Arucas, que aún hoy pueden verse, y también promovió la plantación de árboles. En 1946 puso en marcha, junto a Lorenzo Betancort, la celebración de una exposición de arte sacro, y dotó a diversas iglesias de la isla de lujosos objetos de arte, pues era un hombre profundamente religioso.

Casa de la Cultura de Arrecife

Este impresionante inmueble del siglo XIX, uno de los más bellos ejemplos de arquitectura señorial de la capital, pasó a manos de Luis Ramírez, quien lo alquiló durante años al Casino de Arrecife. Sin embargo, en su testamento lo donó a los Salesianos con el objetivo de que creasen en él un colegio de su congregación, en el que se acogiese a los niños más pobres de la isla, para los que, además, dispuso que se destinaran nada menos que 1.528.418 de pesetas en becas de estudio.
Artículo del periódico Antena

Este deseo no fue llevado a cabo, por lo que el edificio pasó a subasta y fue finalmente adquirido por el Ayuntamiento de Arrecife, quien lo destinó a Casa de la Cultura.

Fachada de la Casa de la Cultura Agustín de la Hoz

Otra medida que habla de su generosidad y compromiso con la educación fue la donación que realizó de una gran parte de sus libros a la biblioteca de Arrecife, muchos de los cuales, según parece, desaparecieron en el incendio que sufrió el antiguo Parador de Turismo hace unos años.

Casa modernista de La Caleta

 En la Caleta de Famara sobrevive, agonizante, uno de los ejemplos más singulares de la arquitectura de nuestra isla: la casa veraniega de don Luis Ramírez.
Lamentable estado de abandono de la única casa
modernista de Lanzarote
Se trata de un pequeño edificio de dos plantas, una inferior curva y una superior retranqueada, con un arco dividido en dos por un robusto pilar, sobre el que pueden leerse las iniciales de su propietario: LR
La decoración de la fachada es un despliegue de motivos marinos: delfines, pulpos, caracolas y burgados de formas sinuosas recorren el espacio curvo de la fachada, en una mezcla de ingenuidad y elegancia que hacen las delicias de cualquier paseante. Precisamente estos motivos marinos (especialmente el pulpo) y el predominio de la curva, nos hablan de la influencia del art nouveau o modernista, que tanto éxito había tenido en Europa, especialmente en la Barcelona de Gaudí. Luis Ramírez, afamado viajero y enamorado del arte y la cultura, quiso recrear en su casa veraniega esos sofisticados aires europeos, regalándonos de este modo esta joyita arquitectónica, único ejemplo modernista de la isla. 
En una de las paredes interiores construyó un nicho para enterrar a su perra Florinda, homenajeada en una pequeña lápida que rezaba: Aquí yace Florinda, la mejor amiga del hombre, demostrando, nuevamente, una enorme sensibilidad. 
Una de las personas que lo conoció, José Ferrer Perdomo (propietario del museo Tanit), me informó acerca del cariño y la admiración que sentían los niños hacia Luis Ramírez, pues, entre otras cosas, daba un peseta a todo aquel chiquillo que le llevara un cesto lleno de papas crías, lapas, burgados o huevas de erizos, alimentos predilectos del mecenas. 
Desgraciadamente, este inmueble, que fue donado por su propietario a la Iglesia, muere lentamente, atacado por el efecto de la maresía y por el aún más feroz efecto del olvido, a la espera de que algún espíritu sensible como el de aquél que la construyó lo rescate y lo haga lucir de nuevo en todo su esplendor.
Detalle del estado original de la fachada. Pueden
observarse los motivos marinos: pulpo, delfines,
caracolas, etc., así como las iniciales LR entrelazadas
en la parte superior. Imagen del Archivo Histórico
de Teguise

Luis Ramírez falleció en Barcelona en 1950, parece que cuando se dirigía a Roma para encontrarse con el Papa. Sus restos reposan hoy en un bellísimo monumento funerario del antiguo cementerio de La Villa. Aunque su legado está presente en múltiples espacios de la isla, quizá no haya recibido aún el reconocimiento que merece un personaje que, por sus características, hoy más que nunca, cualquier pueblo soñaría con tener.
Monumento funerario de Luis Ramírez en el antiguo Cementerio de Teguise.
La pirámide como referencia simbólica masónica al mundo de la muerte
FUENTES:
Artículo sobre Luis Ramírez del Archivo Histórico de Teguise
- Información oral de José Ferrer Perdomo.
- CLAR FERNÁNDEZ, José Manuel: Arquitectura militar de Lanzarote, Centro de la Cultura Popular Canaria y Cabildo de Lanzarote, 2007.
-HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, José y ARMAS MELIÁN, Rafael: 'Historia del Ayuntamiento de San Bartolomé. Doscientos años de alcaldes', en XII Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura, tomo I, Cabildo Insular de Lanzarote y Cabildo Insular de Fuerteventura, Arrecife, 2008.
- INZA, Carlos: "El gran filántropo desconocido", en Canarias 7, 20/08/20120, p. 28.
- PERERA BETANCORT, Francisca María y DÍAZ BETHENCOURT, José: "Los animales en el Patrimonio Histórico Artístico de propiedad eclesiástica de Lanzarote", XII Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura. Tomo II, Cabildo Insular de Lanzarote y Cabildo Insular de Fuerteventura, 2008.
- Antena, 28/09/1954, p. 7.
- TOPHAM, Guillermo: "Los salesianos piensan fundar una Escuela Elemental de Aprendices", Antena, 02/06/1953, pp. 1 y 7.
- "Agustín de la Hoz, una Casa para la Cultura", La Voz de Lanzarote, 03/05/ 1997, p. 16.
- TABAR, María José: "Lagrimeo modernista en La Caleta", en Diario de Lanzarote, 31/12/2012.
- Guía del Conjunto Histórico de Teguise, Ayuntamiento de Teguise, 2007.

jueves, 17 de octubre de 2013

Víctor Fernández Gopar, el sabio salinero

Víctor Fernández Gopar, popularmente conocido como "El salinero", es uno de los personajes más fascinantes y sorprendentes que ha dado la isla de Lanzarote.

Nacido en el humilde pueblo sureño de Las Breñas en 1844, pasó su infancia y adolescencia como pastor. Las duras condiciones de substistencia y la inexistencia de colegios cercanos le impidieron asistir a la escuela, pero ello no le hizo renunciar a sus deseos de aprender. Por este motivo, comienza a acudir al pueblo de Femés para recibir lecciones del cura Domingo Casadesus y del vecino Juan Estévez. En poco tiempo adquiere conocimientos básicos de lectura y escritura, un patrimonio al alcance de muy pocos en ese entonces.

Víctor Fernández destacó, por encima de todo, en dos facetas fundamentales: como salinero y como poeta. Veamos cada una de ellas.

Salinas de Janubio


 En 1895 las familias Lleó y Cerdeña comenzaron a construir en la zona de Janubio unas salinas que, en un primer momento, fueron llamadas "La sociedad", y que, más tarde, pasaron a ser propiedad de Pedro Cerdeña en exclusiva.
"Se me quedó la boca blanca y dulce. Blanca de tu leche
de cristal. Dulce, de tu sal demasiado blanca" (Agustín
Espinosa en Lancelot 28º 7º)

Se encuentran sobre el antiguo Puerto de Janubio, el más importante del sur de Lanzarote, que quedó cerrado y destruido por las coladas de la erupción de Timanfaya. La hondonada de barro y el lago constituían el lugar idóneo para la construcción de unas salinas que, como decimos, comenzaron a construirse en 1895 y fueron creciendo hasta 1945, alcanzando un total de 440.000 metros cuadrados y una producción de diez mil toneladas, de las cuales hoy apenas se produce un 20%. Fueron, sin lugar a dudas, las salinas más grandes e importantes de toda Canarias, y uno de los ingenios salineros más destacados a nivel mundial.

A los pocos años de su construcción, el joven Víctor Fernández Gopar solicita trabajo a Pedro Cerdeña, el cual lo acepta, llegando en poco tiempo a convertirse en encargado. Las salinas de Janubio responden al sistema constructivo de "salinas nuevas de barro con forro de piedra", el cual consiste, básicamente, en aprovechar la inclinación del terreno para tomar el agua del lago y, por medio de los molinos, subirla por un caño hasta los cocederos (receptáculos grandes) y de allí, por gravedad, bajarla hasta los tajos (receptáculos pequeños), donde termina de cristalizarse. Los abrigos de piedra, inspirados en la agricultura insular, ayudan a concentrar el calor y agilizar la evaporación del agua.

Tajos en estado de abandono
Para evitar la pérdida de líquido en esos cocederos y tajos de suelo de barro, a Víctor Fernández se le ocurrió la ingeniosa idea de mezclar la arcilla con la salmuera, lo que aumenta la impermeabilidad y evita que el agua se pierda. Este sistema constructivo fue exportado hacia el resto de las salinas de Lanzarote (con excepción de las del Río,  muy anteriores) y también hacia las otras islas, con lo que queda de manifiesto la importante labor que desarrolló como salinero.
Poeta

No obstante, Víctor Fernández Gopar destacó, por encima de todo, por su faceta como poeta, siendo un excelente improvisador. Si bien él mismo nunca se consideró como tal, lo cierto es que sus coplas se cantaban en parrandas de cantinas y ventorrillos, transmitiéndose de generación en generación. Así se definía a sí mismo:

Si alguien por conocerme
tuviere empeño,
preguntar por un viejo
feo y pequeño.
Pobre que representa
poca importancia,
desacertado en todo
por ignorancia.

Afortunadamente, gracias a los básicos conocimientos de escritura que adquirió, apuntó muchas de sus coplas en una libreta que entregó a un amigo antes de morir, y que, en los años setenta, fueron recogidas por Agustín de la Hoz y recitadas y cantadas por el gran folklorista Antonio Corujo, declarado admiardor suyo, que en 1990 le dedicó un libro bajo el título "Un hombre, una isla, un mundo". En el prólogo, Francisco Tarajano Pérez lo define como "Un hombre sin ilustres letras en la cabeza, sin dorada pluma en la mano, pero rico en ideas, en saber y en filosofía popular". En este link se puede descargar el disco con las coplas recitadas por  Corujo: Centro de Documentación de Canarias y América
Portada del libro de Agustín de la Hoz
Portada del libro homenaje de Antonio Corujo a Víctor Fernández
  
Sus coplas están dotadas de una gran sencillez y una enorme coherencia ideológica. En ellas no sólo plasma sus sentimientos y reflexiones personales, sino que se muestra como un crítico y mordaz observador de la realidad que lo envuelve, denunciando los abusos a los que estaba sometido el pueblo en un Lanzarote dominado por el caciquismo. Veamos algunos de ellos (extraídos de la recopilación de Agustín de la Hoz).
Con estos versos expresaba la necesidad que sentía de comunicar sus pensamientos y sentimientos:

Debiera estar callado,
pero la lengua
lo que no ha pronunciado
lo tiene a mengua.
Con su desaliñado
pronunciamiento
descubre secretos
del pensamiento.
Y es tan canalla
que aunque sean defectos
no se los calla.
Yo quiero que se calle,
pero lo siento,
porque si ella se calla
yo me reviento.
El analfabetismo del Lanzarote rural y pobre de finales del XIX y comienzos del XX, era atroz. El Salinero, que siempre se lamentó por este hecho, contra el que luchó con todas sus fuerzas, lo denuncia con estos versos:
Porque no les enseñan,
no han aprendido,
pero hay muchos que tienen
común sentido.
Varios que en los colegios
mucho estudiaron,
nada de los estudios
le aprovecharon.
Y algunos han salido
de Bachilleres,
pero nunca han cumplido
con sus deberes.
La diferencia entre ricos y pobres no sólo era evidente sino, en muchos casos, descarada, y así lo expresaba con estos ácidos versos:
Yo he sido jornalero
toda mi vida
y hay día que no alcanzo
ni la comida.
Y otros visten de gala
y buenos caballos,
pero nunca en sus manos
se han visto callos.
Casi siempre metiendo
 dinero en caja,
manejando los frutos
del que trabaja.
Y aquí una lección de civismo que firmaría cualquier ciudadano activista del siglo XXI:

Si cada cual obrara
como debiera,
estarían los pueblos
de otra manera.
A cada pueblo deben
sus habitantes
proponerle las cosas
más importantes.
El buen Juez y el Alcalde,
Cura y Maestro,
y Médico, que sean
para bien nuestro.
Deben los electores
pensar primero
a cargo de quien ponerse
el pueblo entero.
Gracias a la escasa formación que pudo recibir, consiguió llegar a representar a su pueblo de Yaiza como concejal. Por tanto, conocía a la perfección el funcionamiento de las instituciones, de ahí las reflexiones que realiza sobre la política: 
Si yo tengo de Alcalde
a mi medianero,
resulta en la Alcaldía
lo que yo quiero.
Si el Secretario he sido
yo quien lo ha puesto,
se escribe lo que sea
por mí dispuesto.
Y si los de la Junta
viven conmigo,
se hacen los repartos
como yo digo.
No habrá quien diga nada,
callan el pico,
respetando las barbas
del hombre rico.
Porque si no se cumplen
bien mis deseos,
saldrán a poco tiempo
de sus empleos.
Y resulta perdido
todo el trabajo,
porque cuanto ellos hagan
yo lo echo abajo.
Por otro lado, apelaba a sus vecinos a la lucha por sus derechos:
Pedir nuestro derechos
sin cobardía,
que los pobres somos muchos
y hay mayoría.
Los que viven pensando
pasan por buenos,
pero están engañando
al que sabe menos.
Yo de eso no sé nada,
pero discurro
que la carga pesada
la lleva el burro.
Testigo de las injusticias que la Iglesia cometía sobre los más desfavorecidos, a ella le dedicó algunas de sus más duras críticas: 
¿Cómo no han de salvarse
las criaturas
que están toda la vida
pagando a curas?
¿Y que dejan dinero,
si lo tuvieren,
para seguir pagando
después que mueren?
¿Cómo ha de ser cierto
que se condenen
los pobres que no pagan
porque no tienen?
Si dejaras dinero
mucho figuras,
y vendrán a cantarte
dos o tres curas.
Pero si eres un pobre
no hay quien te cante,
te pondrán tierra encima:
es lo bastante.
Hemos de morir todos
cuando Dios mande,
y al rico le acompañan
con la Cruz grande.
Y cuando muere un pobre
no sé qué se indica,
que no sale la grande
sino la chica.
Y si es muy pobrecito
nadie extrañe
no haber una crucita
que le acompañe.
Que se ha visto
que para el pobrecito
no hay Cruz de Cristo.

Considerado no sólo un poeta, sino un auténtico filósofo del pueblo, las coplas de Víctor Fernández Gopar denuncian unos hechos que, lamentablemente, en parte continúan aún vigentes, un siglo después. Su figura y su mensaje han traspasado fronteras espaciales y temporales, constituyendo un ejemplo paradigmático de superación, compromiso y dignidad.
FUENTES:
- DE LA HOZ, Agustín: Coplas de Víctor Fernández, Cabildo Insular de Lanzarote, 1977. Puede consultarse online en Memoria digital de Lanzarote
-CORUJO TEJERA, Antonio: Víctor Fernández Gopar. Un hombre, una isla, Un mundo, Ayuntamiento de Yaiza, 1990. Puede consultarse online en Centro de Documentación de Canarias y América
- LUENGO, Alberto y MARÍN, Cipriano: El jardín de la sal, Unesco, Mab, Gobierno de Canarias, Cabildos Insulares, 1994.
- BETANCORT, Fernando: "Recordando a Víctor Fernández, "el salinero"", Lancelot, 31/08/1985, p. 22.
- BORGES, Vicente: "Un poeta de Lanzarote (Víctor Fernández). Pastor, salinero y crítico", en Antena, Arrecife, 27/03/1962, p. 3.
- J.M.P.: "Existe realmente una música canaria?", en El Eco de Canarias, 30/11/1978, p. 14.

domingo, 6 de octubre de 2013

Cuando los enanos rodaron en Lanzarote...

Lanzarote, escenario "de película"

Desde mediados de los sesenta, Lanzarote comienza a ser vista como un decorado cinematográfico predilecto por muchos directores de cine, que llegan atraídos por los exóticos paisajes de la isla. Dos películas, fundamentalmente, llevan el nombre de Lanzarote hacia escenarios tanto nacionales como internacionales: "Más bonita que ninguna", rodada en 1965 y protagonizada por Rocío Dúrcal, y "Hace un millón de años", con Rachel Welch.
Por su singularidad, destaca "También los enanos empezaron pequeños", rodada en 1969 por el director alemán Werner Herzog (perteneciente a la generación del "Nuevo Cine Alemán", junto a Fassbinder o Wenders) y autor de películas como "Aguirre, la cólera de Dios", o "Fata Morgana".
Herzog con los actores en un momento del rodaje. Imagen tomada
de http://tsutpen.blogspot.com.es
También los enanos empezaron pequeños
Es ésta una de esas películas que, como su propio director ha dicho, no deja indiferente a los espectadores: "O te encanta o la odias" ("They either loved it or hated it"). Algunos críticos la definen como "una rareza inclasificable".
Cartel de la película en inglés. Imagen tomada
de http://filmsthatdrewloves.blogspot.com.es/
En líneas generales, cuenta la historia de un reformatorio en el que, aprovechando la excursión de un grupo de internos a Arrecife, se inicia una revuelta en la que el director es apresado. Lo que comienza como acto de rebelión contra la opresión a la que se encuentran sometidos, poco a poco va degenerando en una fatal anarquía. Ante la imposibilidad de escapar, los protagonistas (enanos todos) se van volviendo cada vez más crueles y, así, la tiranía inicial ejercida por la autoridad es sustituida por la llevada a cabo por los más fuertes, que acaban imponiéndose a los débiles.
Los protagonistas tratan de huir, pero la colada volcánica
se lo impide, manteniéndolos aislados
La película se desarrolla en el caserón que la familia Pereyra tiene en Las Vegas de Tegoyo, un enorme cortijo construido en el siglo XIX. En él todo es desproporcionado para los enanos: las puertas, las ventanas, los techos, los muebles, etc., resultan excesivamente grandes para ellos.

Vistas de Las Vegas de Tegoyo. En el centro de la imagen, la casona de los Pereyra,
lugar donde se desarrolla la película. Tras ella puede verse la colada volcánica
La elección del lugar y la decantación por el blanco y negro en lugar del color no son arbitrarios. El caserón se encuentra circundado por una colada volcánica procedente del volcán de Nueces (erupción de Timanfaya, 1730-35) que impide la huida de los enanos, quienes, debido a su tamaño, no pueden superarlo, impidiéndoles alcanzar la libertad. Por su parte, el color negro del árido y volcánico paisaje acentúan esta sensación de opresión, imposible de conseguir si se hubiese rodado en color. Esta exaltación del paisaje seco y volcánico rompía la visión mitológica de Canarias como "Islas Afortunadas", escenario de exuberantes jardines, que predominó durante varios siglos.


Fotograma de la película en donde puede verse el "reformatorio"

La película, aunque no puede ser catalogada de estrictamente surrealista, sí que contiene muchos elementos surreales. Herzog ha afirmado que fue escrita en cuatro o cinco días y que fue concebida como una continua pesadilla frente a sus ojos.
En primer lugar, el hecho de que todos los protagonistas sean enanos constituye un elemento que claramente llama la atención y diferencia esta película de otras. Para Herzog, los enanos, gente bella y con encanto, están muy presentes en la cultura alemana, desde los cuentos de hadas hasta Wagner o "El hombre de hojalata". En el plano simbólico, además, afirma que "todos llevamos un enano dentro", y reivindica la idea de que no son monstruos, sino que los monstruos somos nosotros y la sociedad que hemos creado. También ellos fueron pequeños y libres de prejuicios.
Recorte del periódico "Antena" anunciando
el fin del rodaje de la película
Por otro lado, y aunque existe un hilo argumental, la presencia continua de elementos descontextualizados genera un clima de extrañeza:
- Una cerda, que es representada amamantando a sus crías pero después parece estar muerta.
- Las gallinas, que se comen unas otras.
- El camello, que aparece tratando de tuchirse y al mismo tiempo ponerse de pie, sin terminar de hacer ni una cosa ni la otra. Esta secuencia fue muy polémica y se llegó a acusar a Herzog de haber roto los tendones del animal, si bien lo cierto es que su dueño se encontraba fuera de plano dándole órdenes contradictorias que generaban esta confusión al animal.
- El mono crucificado que es paseado por el patio, y que generó un gran enfado entre el colectivo católico.
- Un coche dando vueltas en círculo sin parar, en una posible alusión al apresamiento sin retorno de los enanos. Con respecto a esta escena, confesaba el director que rememoraba lo que él mismo había hecho cuando, de joven, trabajaba en el Oktoberfest de Múnich como guardacoches y pasaba las horas muertas dejando los vehículos en marcha haciendo círculos.



Camión trazando círculos en el patio del reformatorio

Enanos tirando una palmera de la montaña de Tegoyo.
La rebeldía da paso al vandalismo
Escena final: un camello trata de tuchirse, ante la
incontrolable risa de uno de los enanos

A todo esto hay que añadir la música folclórica que suena de fondo (interpretada por Felisa Arrocha Martín), absolutamente descontextualizada, así como la risa chillona y desconcertante de uno de los enanos, que actúa como hilo conductor a lo largo de toda la película, cerrando la escena final en una larga carcajada en la que el protagonista, prácticamente, muere de risa.
El ritmo de la película es extremadamente lento, ya que Herzog buscaba autenticidad y realismo, desechando el tratamiento posterior del material. Pidió a los protagonistas que actuasen como ellos creían que debían hacerlo, sin apenas dirigirlos. De hecho, la cámara está colocada desde un ángulo que ofreciese el punto de vista de los enanos. Por todo ello, en ciertos momentos parece presentar un carácter documental. No obstante, esto causó algunos problemas en el rodaje, como el atropello (sin consecuencias finales) de uno de los enanos en la escena del coche, o el caso de otros actores que resultaron heridos con fuego. Por este motivo, Herzog prometió que, si todos los actores resultaban ilesos, se tiraría a un campo de cactus, como finalmente hizo.

Dos de los protagonistas intentan mantener un encuentro, pero la elevada
altura de la cama impide que el protagonista pueda llegar a ella


Significado de la película

"También los enanos empezaron pequeños" causó una gran polémica en Alemania, siendo tachada de "anarquista" y "blasfema", y llegando su director a recibir amenazas de muerte. En España no fue estrenada hasta 1977.
Sus propios colegas lo acusaron de "fascista" por haber representado una rebelión que terminó en fracaso. Esto hay que entenderlo en el contexto en que fue realizada: justo después de la Revolución del 68, a la que creían que Herzog ridiculizaba en esta película. No obstante, para este director, que siempre ha negado el contenido político de su obra, la derrota de los enanos no constituía un fracaso real, pues para ellos había constituido una experiencia realmente positiva y memorable. 
Un análisis más profundo de la película podría hablarnos de una reflexión acerca del destino de la humanidad, que en ocasiones vive un mundo que no está hecho a la medida de las personas, del mismo modo que el reformatorio resulta desproporcionado para los enanos. Por otro lado, podría constituir también una amarga reflexión sobre la naturaleza humana, según la cual el hombre se presenta como un ser destructor incapaz de vivir en armonía.


FUENTES:
- DÍAZ BETHENCOURT, José: 'También los enanos empezaron pequeños' o cuando Werner Herzog filmó en Lanzarote, XVII Coloquio de Historia Canario-Americana, Cabildo Insular de Gran Canaria, 2008.
- ÍDEM: Lanzarote. "Paisaje en celuloide (1965-1970)", VI Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura, Cabildo Insular de Lanzarote y Cabildo Insular de Fuertventura, 1995.
- ÍDEM: Lanzarote. "Miradas sobre el paisaje (II): Sinergias y consideraciones sobre cine y turismo", en MARTÍNEZ PUCHE, Antonio: Territorios de cine: desarrollo local, tipologías turísticas y promoción, Universidad de Alicante, 2012.
- CRONIN, Paul (Editor): Herzog on Herzog, Faber and Faber, Londres, 2002.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Los taros, una joya de nuestro patrimonio etnográfico

En nuestros paseos por los siempre sorprendentes campos de Lanzarote a menudo nos vemos recompensados con la visión de unas estructuras de piedras de un fuerte carácter megalítico. En ocasiones pasan desapercibidas y sólo se hacen visibles cuando pasamos junto a ellas, pues se encuentran absolutamente mimetizadas con el lugar donde se erigen.

Taro en las inmediaciones del Volcán de La Corona.
Fotografía tomada de pixcelarte.com

Hablamos de los "taros", "refugios" o "chozas", términos con frecuencia empleados como sinónimos para designar uno de los elementos más característicos y bellos de nuestro patrimonio etnográfico. Se trata de estructuras de piedra, normalmente seca,  sin argamasa de ningún tipo (aunque algunas, las más desarrolladas, tienen barro y paja en su interior), de planta circular o cuadrangular,  que se encuentran en zonas agrícolas o ganaderas. Pueden hallarse exentas, como un pequeño edificio, o bien adosadas a una pared, o incluso insertas en las paredes que delimitan los terrenos, para así no perder espacio de suelo productivo.
Taro o choza adosada a los abrigos de los frutales en la Vega Grande de Ye
Sus techos, la mayor parte de las veces, están formados por aproximación de hiladas, en lo que se conoce como "falsa cúpula" o "falsa bóveda", sobre las que, en ocasiones, se colocan piedras de pequeño tamaño. Su entrada es siempre pequeña, para proteger contra las inclemencias del tiempo, y evitar el acceso a los animales. La "puerta" suele presentar una estructura adintelada, con una laja de grandes dimensiones como elemento horizontal, existiendo algún caso de acceso con forma de arco.
Taro de cubierta cónica en las inmediaciones del volcán de La Corona.
 "El que es amañao hace una choza con su cucurucho"
(palabras de Dorina Torres, vecina de Máguez, recogida en el libro
"La cultura del agua"). Fotografía de Alexis Arteta
Las funciones de estas construcciones entre los agricultores y pastores eran múltiples:
a) Por un lado, servían de protección contra el sol, el viento, la lluvia o el granizo. En el caso de los agricultores, si la finca estaba lejos de sus casas y las labores tomaban mucho tiempo, podían pasar la noche en ellos.

b) Por otro lado, ejercían funciones de almacenamiento de los aperos de labranza y la cosecha que se iba recogiendo, así como de los alimentos y el agua llevados para sobrellevar la dura jornada de trabajo.

c) Este tipo de estructuras también han sido utilizadas, desde tiempos remotos, como torres de vigilancia, como es el caso del "taro" que se encuentra en las faldas del Volcán de La Corona, en el barrio de El Tefío, en Ye, cuya finalidad era evitar que el ganado se metiera en las fincas.
Taro con función de vigilancia en Ye

d) Por último, otra acepción de la palabra "taro" es aquella que hace referencia a las construcciones anexas o cercanas a las viviendas que eran usadas a modo de neveras, para secar los quesos o el pescado, o bien para almacenar cereales.

POSIBLE HERENCIA PREHISPÁNICA

Para algunos historiadores, como el arqueólogo José de León, el sistema constructivo que presentan los taros podría ser una clara herencia de los majos, población existente antes de la Conquista.
La falta de madera en la isla habría determinado la necesidad de realizar cerramientos con piedras, y, para ello, la forma más sencilla es la aproximación de hiladas hasta generar una falsa bóveda o falsa cúpula. Sencilla, en el sentido de ofrecer una solución con los materiales existentes, pero muy compleja en su ejecución. No obstante, los majos alcanzaron un gran dominio de esta técnica con la elaboración de las "casas hondas", viviendas semienterradas de planta circular, de una o varias estancias, que sobresalían únicamente unos 80 ó 100 cm por encima del suelo para buscar protección frente a los vientos y la humedad.
Reconstrucción de una casa honda según Santiago Alemán

Este sistema constructivo se habría heredado para la realización de los taros (o chozas) y también para los techos de los aljibes, especialmente los más antiguos.
Aljibe del antiguo pueblo de Santa Margarita (Guatiza)
TAROS DESTACADOS

Ya decíamos al comienzo que, agudizando la vista, es posible encontrar múltiples taros o chozas "decorando" los campos conejeros. No obstante, el topónimo "taro", por cierto, de origen prehispánico según los estudiosos, se ha mantenido en algunas zonas de la isla, destacando dos: el taro de Testeyna y el de Tahíche.
a) El taro de Testeyna

Testeyna era una antigua aldea (posiblemente existente desde época aborigen, a juzgar por su topónimo), que quedó enterrada por la lava y las arenas de las erupciones de Timanfaya. Se encontraría en las inmediaciones de la montaña de su mismo nombre. Los caprichos de la naturaleza hicieron que una de sus construcciones sobreviviese al volcán para presentarse ante nosotros como testimonio de la antigua aldea: un taro, que hoy da nombre a la zona.
Taro de Testeyna

Se trata de un inmueble de planta circular y techumbre abovedada, por aproximación de hiladas, que en la actualidad se presenta semienterrado, si bien, a juzgar por las excavaciones realizadas en el 2001 por el quipo de José de León, no fue así en su origen. Además de su incalculable valor arqueológico, presenta otro interés añadido: según una documentación encontrada por el investigador Jaime Gil, el taro, junto al conjunto de casas que había en la zona, habrían pertenecido a los abuelos del célebre escritor ilustrado José Clavijo y Fajardo, cuya vida, además, inspiró al mismísimo Göethe.

b) El taro de Tahíche

En medio de las coladas volcánicas que, emitidas por el volcán de las Nueces, llegan hasta Arrecife, se encuentra, en el pueblo de Tahíche, un taro que hoy se encuentra semiderruido.
Taro de Tahíche. Reproducido en el libro "Lanzarote. Arquitectura inédita"

Es bien sabido que Manrique, tras regresar de Nueva York e instalarse en Lanzarote, escogió como terreno para su construir su casa precisamente una parte de ese "volcán" (como llamamos en Lanzarote a las coladas), en el cual se encontraban cinco burbujas que posteriormente se transformarían en su vivienda y, desde 1992, sede de su Fundación.
En honor al taro que se encontraban en sus inmediaciones, denominó a su casa "Taro de Tahíche", pues para el artista esa construcción presentaba los mismos valores de refugio y cobijo que él deseaba dar a su hogar.
Taro en Tinache. Fotografía tomada del libro "Tinajo, el lenguaje de la tierra"


Taro en el jable de Mala

Taro adosado a un muro en La Cerca (Guinate)

El progresivo abandono de los campos ha hecho que los taros, refugios o chozas hayan ido perdiendo su uso, mostrándose hoy como un testimonio de incalculable valor etnográfico que debemos proteger y mantener vivo.
FUENTES:
- FARRAY BARRETO, José y MONTELONGO FRANQUIZ, Antonio J.: "Refugios agrícolas, torres de vigilancia y taros en Lanzarote," en X Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura. Tomo II, Cabildo Insular de Lanzarote y Cabildo Insular de Fuerteventura, Arrecife, 2004.
- VV.AA:: La cultura del agua en Lanzarote, Cabildo Insular de Lanzarote, 2006.
- DE LEÓN HERNÁNDEZ, José: Lanzarote bajo el volcán, Cabildo Insular de Lanzarote, Arrecife, 2008.
- GIL LEÓN, Javier, MORENO MEDINA, Claudio y MARTÍN CABRERA, Nicolás: Tinajo, el lenguaje de la tierra, Aderlan, Ayto. de Tinajo, Cabildo de Lanzarote, 2008.
- MANRIQUE, César: Lanzarote. Arquitectura inédita, Cabildo Insular, 1988.
- ALEMÁN, Santiago: Tesoros de la isla, Cabildo de Lanzarote, 2000.
- PERERA BETANCORT, Francisca: Arquitectura tradicional y elementos asociados de Lanzarote, Aderlan, 2009.

martes, 17 de septiembre de 2013

Mararía, símbolo de Lanzarote


"El fruto de Lanzarote debe rodearse como la naranja de una cáscara amarga y defensiva. Defender el sentimiento, la dulce jugosidad interior que da la naturaleza volcánica, desértica, sugestiva y única"[1]

 Arozarena y Lanzarote


La historia de amor de Rafael Arozarena con Lanzarote comenzó cuando el escritor fue destinado a la isla como técnico de la compañía Telefónica para instalar las antenas en la Atalaya de Femés. Eran los años cuarenta y la isla se hallaba sumida en la miseria propia de la posguerra. Durante estos meses, su hogar fue un "simple cuartucho de muy pocos metros cuadrados, donde me ubicaba difícilmente por las noches para dormir entre las unidades de transmisión y recepción. Mi cama estaba formada por los pajullos y papeles que habían servido para envolver aquellos delicados aparatos. Pero bien; entonces uno era joven y soportaba todo, como la soledad, el frío y el hambre..."[2]. Téngase en cuenta que la Atalaya de Femés es la segunda montaña más alta de Lanzarote, alcanzando su cima los 607 metros de altura, lo que hace que el viento y el frío lleguen a ser verdaderamente insoportables, especialmente en la época de los alisios.
Retrato de Rafael Arozarena. Tomado de
www.pellagofio.com

 A ello hay que unir el hambre que el escritor pasó. Él mismo recordaba, con gran sentido del humor, cómo su dieta a lo largo de estos ocho meses consistía en una docena de higos porretos  y dieciséis litros de vino de Uga a la semana. Realizando sus cálculos, resultaba que comía tres higos al día durante cuatro días a la semana, sobreviviendo los otros tres días gracias al vino conejero: "(...) los domingos, lunes y martes, el hambre y el vino me hacían ver extraordinarias visiones, como la Isla de Lobos que vista desde allá arriba tiene la forma de una chuleta que a las doce del día tenía una nubecilla encima y estaba humeante y en su punto y yo le hincaba el diente, y me sabía a gloria y gracias a esto puedo jurarles que estoy vivo..."[3].


Vistas desde la falda de la Atalaya de Femés. A la izquierda pueden verse
las casas del pueblo y, al fondo, y delante de las arenas de Corralejo,
la Isla de Lobos

A pesar de proceder de una isla fértil y verde como Tenerife, y a pesar de la miseria que encontró en Lanzarote, el paisaje de Femés y el de la isla en general le cautivó desde el primer momento, y, así, lo que en principio pudo parecer un destierro comparable al que sufrió Unamuno en Fuerteventura, acabó por convertirse en un encuentro fecundo y fascinante. Femés, al que describía como "un pueblo de Oriente que llegó a la isla con vendavales de África, con las arenas del Sahara, grano a grano", así como "celeste y marinero y tiene los pies en el agua, allá abajo, en tierras de Rubicón"[4], hizo una cura en su alma, "mostrándome el valor de la soledad y la belleza de la vida tan austera, pobre y digna del campesino femesiano"[5].


Iglesia de Femés. "Los perros a esa hora confunden la torre
de la iglesia con Mararía la bruja, porque ella tiene la
silueta alta y oscura y los ojos le brillan como los bronces
de las pequeñas campanas"
El escritor contaba cómo en un atardecer vio la silueta de una anciana de brillante y turbadora mirada a la que, en un primer momento, confundió con una joven. Tras descubrir que se trataba de una mujer de casi noventa años que gozó de una belleza deslumbrante en su juventud y a la que en ese momento los muchachos  tomaban por bruja, se sintió fascinado por ella. Aunque no pudo intercambiar palabra con la anciana, pues por ese entonces ya no hablaba con nadie, comenzó a indagar entre las gentes del pueblo, tomando exhaustivos apuntes sobre su vida. Casi treinta años después los reunía en formato de novela, surgiendo entonces "Mararía", aunque antes ya había publicado el poema "María la de Femés", en un libro titulado "A la sombra de los cuervos", del que entresaco algunas estrofas:

María la de Femés
ahora por estar vieja
nadie recuerda quién fue.
Los ojos como dos higos
como dos higos tunos
con las pestañas de picos
Era arisca como un cacto
y al hombre que la rozara
le sangrarían las manos.
Tronco torcido de vid,
el tiempo calcó en su cuerpo
arrugas de malpaís.
Secas sus piernas, resecas,
lo mismo que a los camellos
se le volvieron de arena.

Mararía

Mararía es una de las novelas canarias más leídas de todos los tiempos. La historia es bien conocida: una joven de Femés, poseedora de una deslumbrante belleza, es pretendida por todos los muchachos del pueblo. Ella lucha por encontrar el amor verdadero mientras es engañada una y otra vez por los hombres, que sólo se acercan a ella cautivados por su belleza. Desesperada por encontrar a alguien que la quisiera por lo que verdaderamente era, decide autoquemarse.


Portada de la primera edición de Mararía, de 1973
La novela es una mezcla de elementos reales y  ficticios, mágicos, que desconciertan al lector generando una atmósfera surrealista. Él mismo confesaba que "Mararía" había sido escrita por un poeta más que por un novelista. El resultado es una obra repleta de bellísimas imágenes, en la que la protagonista es presentada como símbolo de la propia la isla de Lanzarote: "Mararía pretendía tener a su lado una persona que apreciara su corazón, por eso se quemó, esperando que aquello en lo que se convierte, una especie de tronco reseco y retorcido, si era amado, lo sería de verdad. Enseguida hice un símil con la isla, que también se ha incinerado a sí misma con sus volcanes"[6]. Efectivamente, en las numerosas descripciones que se hacen de Mararía a lo largo de la novela, Arozarena parece estar hablando de Lanzarote: "Estaba descalza y sus pies secos y arenosos, delgados y fuertes, parecían agarrarse al piso. (...) Pero en la parte alta de aquel árbol requemado, algo surgía incandescente aún; algo como una brasa encendida surgía de aquellos ojos negros, árabes, jóvenes y hermosos. ¿Fuego? -me preguntaba yo mismo-. ¿Qué clase de fuego?"[7]  

Otros personajes de la novela, como el médico don Fermín, son descritos de manera similar: "Por encima de aquella mano regordeta y encendida de don Ermín, contemplé de nuevo la piel de la isla, seca y apergaminada, junto a los viejos cráteres. Muerta, inmóvil, tampoco la isla sería eterna. El viento se encargaría de llevarla a su fin"[8].

 La propia idea de la ermita arrasada por el fuego provocado por Mararía para quemarse podría ser un guiño a la ermita de Santa Catalina, sepultada por las lavas de Timanfaya en el siglo XVIII, cuyo recuerdo está muy enraizado entre las gentes de La Geria, que aseguran haber visto sus restos entre el volcán.

 Lanzarote, al igual que Mararía, fue históricamente pretendida y acosada por muchos: "Fenicios o cartagineses, árabes o berberiscos, han trampeado la isla para apresar sus valores" (no es arbitrario que el hombre que iba a casarse con Mararía fuese un jarandino). Por eso, tanto Mararía como Lanzarote se quemaron para defenderse: "Hice bien requemando la isla de Lanzarote. Y hacen bien los poetas, los arquitectos y alcaldes de los pueblos lancelóticos en ponerle turbantes a las chimeneas de las casas y crean los cazadores foráneos que la isla es plaza tomada y pasen de largo (...)"[9].  "La isla es como una mujer. Tiene su fertilidad y hay que defenderla del diablo. Para ello le cubren el cuerpo con arena del volcán, piedra ya quemada contra la que el fuego no puede"[10].

Y es que Arozarena siempre demostró un amor especial hacia Lanzarote, manifestando su dolor y malestar ante acciones que restaban autenticidad a la isla, como la plantación de cocoteros en las playas. Creía que Lanzarote era un lugar único, "un paisaje sui generis a cuidar, ya que a través de la parquedad, la pobreza, el espacio vacío, el sacrificio humano de la agricultura y hasta la consecución de una muerte limpia y soleada, representan la casi insondable verdad de la más digna existencia"[11].

 En 1998 Antonio José Betancor rodó una película inspirada en la novela, aunque con variantes considerables en su trama. Arozarena declaró en referencia a ella que lo único que le gustó fue la difusión que suponía para Lanzarote y sus paisajes y, por supuesto, la banda sonora compuesta por Pedro Guerra. (Para ver la canción en YouTube, pinchar aquí: http://www.youtube.com/watch?v=3j2CdqLCNvo&feature=player_detailpage )

 En cualquier caso, lo cierto es que la novela "Mararía", desde su publicación en 1973 y su posterior salto a la pantalla, se ha convertido en un icono de la cultura lanzaroteña en general y del pueblo de Femés en particular. Así, constituye un excelente reclamo turístico por el que cientos de visitantes acuden a diario al "pueblo de Mararía", en un claro ejemplo de cómo la cultura puede ser un generador económico de primer nivel.





[1] AROZARENA, R.: "Pregón de las Fiestas de San Marcial", recogido en Obras completas IV. Artículos. Ediciones Idea, Tenerife, 2006, p. 101.
[2] ÍDEM: "Elegía al vino de Lanzarote", recogido en Op. cit., p. 107.
[3] ÍBIDEM: P. 108.
[4] ÍDEM: Mararía, Interinsular Canaria, 1983, p. 54.
[5] ÍDEM: "Pregón de las Fiestas de San Marcial", recogido en Op. cit. (2006), p. 99.
[6] ÍDEM: "La Mararía de Antonio Betancor resulta un personaje ñoño", en La Tribuna de Canarias, 7/12/1999, p. 67.
[7] ÍDEM: Mararía, Interinsular Canaria, 1983, p. 152.
[8] ÍBIDEM: p. 151.
[9] ÍDEM: "Motivaciones literarias de Lanzarote", recogido en Op. cit. (2006), p. 46.
[10] ÍDEM: Op. cit. (1983), p. 221.
[11] ÍDEM: "Motivaciones literarias de Lanzarote", recogido en Op. cit. (2006), p. 46.