En Lanzarote,
al igual que en Fuerteventura, es muy abundante la piedra caliza o caliche, como se denomina popularmente a la roca de aspecto
blanquecino rica en carbonato cálcico de la cual se extrae la cal, un producto de primera necesidad en
Canarias hasta mediados del siglo pasado. Sus usos eran múltiples, destacando
los siguientes:
a)
Como mortero: mezclado con arena, actuaba como el cemento y por tanto, junto con el barro y la piedra, constitutía la base de cualquier construcción.
b)
Para el albeado de las viviendas: su
empleo como pintura impermeabilizaba las paredes al mismo tiempo que ayudaba a
suavizar las temperaturas en el interior de las casas.
c)
Como desinfectante: se introducía en los aljibes y maretas para depurar el agua
de la lluvia que en ellas se almacenaba.
d)
Para evitar epidemias e infecciones, al echarse sobre los cadáveres.
e)
Para cauterizar los árboles después de las podas.
Por
este motivo, desde muy antiguo fue un producto de exportación y fuente
económica de primer orden en Lanzarote, vendiéndose en toda Canarias y Madeira,
lo que justifica la existencia de múltiples hornos de cal o caleras por toda la
isla, especialmente en las zonas costeras de Janubio, Rubicón, Arrieta y
Órzola, pero también en el interior, como el conjunto de caleras de Chimida, en Teguise.
En
primer lugar, había que extraer las piedras de caliche de las canteras y
fragmentarlas en trozos pequeños. A continuación, desde la boca de la calera se
iban introduciendo sucesivamente capas de caliche y de leña o carbón, que caían
sobre una parrilla situada en la parte inferior, y entre los cuales debían
quedar huecos por los que pudieran pasar las llamas. A este proceso se le
denominaba "armar la calera".
El fuego debía alimentarse de manera ininterrumpida durante cuatro o cinco días, pues tenía que alcanzar temperaturas que rondaban los 800-1000 grados centígrados, lo que supone una enorme dureza del trabajo de los caleros, que debían combatir el calor extremo y el humo incesante. Además, este trabajo solía hacerse en verano para evitar posibles lluvias que estropeasen el proceso.
El fuego debía alimentarse de manera ininterrumpida durante cuatro o cinco días, pues tenía que alcanzar temperaturas que rondaban los 800-1000 grados centígrados, lo que supone una enorme dureza del trabajo de los caleros, que debían combatir el calor extremo y el humo incesante. Además, este trabajo solía hacerse en verano para evitar posibles lluvias que estropeasen el proceso.
La cal se consideraba en su punto cuando el humo que salía era de color blanco. Una vez obtenido, se retiraba de la parrilla y se apagaba con agua, de ahí que las caleras estén cerca de la costa o bien cuenten con aljibes a su alrededor. Aún son muchos los que recuerdan cómo en sus casas se sancochaban batatas sobre el calor que emitía la cal durante varios días después de sacarse de la calera.
Descripción de las caleras
Esquema de una calera. Extraído de Itinerario Las Laderas, el jable, Mancha Vagal, Guía del profesor, Cabildo de Lanzarote, 1993 |
Se
trata de construcciones de piedra y barro de diferentes tamaños y formas, pudiendo
distinguirse entre las que fueron realizadas con finalidades industriales de
aquellas más modestas hechas para levantar una
vivienda, aljibe o mareta.
Suelen presentar forma cónica o troncocónica, con una boca inferior de entrada que permitía el acceso al emparrillado de hierro sobre el que se colocaban las piedras de caliche y la leña. A ambos lados de la boca se levantaban muros para asocar y ayudar a mantener el calor.
Por el exterior,
una rampa facilitaba el transporte de las piedras hasta la apertura.
Suelen presentar forma cónica o troncocónica, con una boca inferior de entrada que permitía el acceso al emparrillado de hierro sobre el que se colocaban las piedras de caliche y la leña. A ambos lados de la boca se levantaban muros para asocar y ayudar a mantener el calor.
Calera en Chimida (Teguise) |
A
pesar de que la finalidad de estas
construcciones era puramente utilitaria, lo cierto es que la modesta perfección
técnica de su estructura y los contrastes cromáticos generados por la mezcla de
piedras de basalto y de caliza le confieren una indudable belleza estética.
Caleras
Uno
de los conjuntos de caleras más espectaculares que se conservan los encontramos
en Janubio, en
un enclave denominado, por este motivo, "Llano de las
caleras", muy próximo a las Salinas. No debemos olvidar que en este lugar
estuvo ubicado uno de los puertos más importantes de Lanzarote: el Puerto Real
de Janubio, destruido por las erupciones de Timanfaya. Éste fue el principal punto
de embarque de cal de la isla.
También otras zonas del sur como Berrugo o Papagayo contaron con numerosas caleras, conservándose algún ejemplo como la de Playa Mujeres.
También otras zonas del sur como Berrugo o Papagayo contaron con numerosas caleras, conservándose algún ejemplo como la de Playa Mujeres.
Otro conjunto de gran belleza lo constituyen las que se encuentran en las faldas de la montaña de Chimida, en las inmediaciones del casco histórico de Teguise, que fueron restauradas hace unos años.
Frente
a estas caleras de tipo industrial existen, como decíamos, otras de carácter
doméstico y dimensiones mucho menores, construidas en algunos casos entre
vecinos para obtener la cal necesaria para la construcción de alguna
vivienda o aljibe.
Calera en la Caleta del Aguardiente (La Graciosa) |
En
la década de los sesenta, la llegada de productos como el cemento o la pintura,
así como la instalación de la primera planta desaladora en 1964, hicieron que
la industria de la cal fuera decayendo hasta su total desaparición.
El vertiginoso desarrollo económico experimentado en Lanzarote con la llegada del turismo provocó no sólo el abandono de actividades tradicionales, sino también su más absoluto olvido, lo que ha provocado la dramática pérdida de muchos de nuestros elementos patrimoniales. Un claro ejemplo lo constituye la industria de la cal, como lo demuestra la extrañeza que nos causa la observación de las caleras, infraestructuras hoy por hoy totalmente ajenas a nosotros y que muchos somos incapaces de identificar.
El vertiginoso desarrollo económico experimentado en Lanzarote con la llegada del turismo provocó no sólo el abandono de actividades tradicionales, sino también su más absoluto olvido, lo que ha provocado la dramática pérdida de muchos de nuestros elementos patrimoniales. Un claro ejemplo lo constituye la industria de la cal, como lo demuestra la extrañeza que nos causa la observación de las caleras, infraestructuras hoy por hoy totalmente ajenas a nosotros y que muchos somos incapaces de identificar.
Calera en Las Lagunitas (Isla de Lobos) |
Afortunadamente, han quedado huellas de esta actividad histórica en el habla popular, con expresiones como fumar como una calera, para hablar de alguien que fuma mucho -en referencia a la cantidad de humo que se desprendía en los hornos- o a cal y canto, para designar algo cerrado herméticamente -en alusión a la capacidad aglutinadora de la cal. El apellido "Calero" también es un recuerdo de este duro oficio.
Por
el papel fundamental que jugaron tanto en la economía insular, como producto de
exportación, como en la lucha por la supervivencia en su uso doméstico, unido al
indudable valor estético que poseen, las caleras constituyen un rico patrimonio
que entre todos debemos poner en valor y conservar.
Calera en Tías |
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